lunes, 30 de noviembre de 2009

Una nueva mirada al mundo

En su trilogía Millenium, Stieg Larsson hace temblar todos los cimientos que, aún hoy, algunos podrían seguir considerando inquebrantables. Vivimos un momento y en un país asediado por los casos de corrupción y mentira a nivel político y social (sólo cabe ver el indigno caso Millet) así que no es ninguna sorpresa que el libro trate este tema ya que es completamente actual (y, a su vez, tristemente, completamente histórico). Lo que resulta interesante de Millenium es el enfoque: Larsson parece comprender la ineficacia de los políticos gracias a la falta de medios para luchar contra el mal. Yo no me atrevería a afirmar tal cosa y atribuiría más bien la falta de eficacia a la ausencia total de voluntad de mejorar la sociedad a la que gobiernan.


Además, el libro es capaz de cuestionarse hasta qué punto la moral predominante es la adecuada ya que con ella sólo se consiguen crear víctimas del sistema, eternos apestados que la sociedad jamás llegará a integrar.


Considero que lo que propone Stieg Larsson es una nueva forma de mirar. El autor sueco propone olvidar los conocimientos previos y observar de una manera nueva lo que sucede a nuestro alrededor. Larsson parece distinguir entre dos tipos de mal: el brutal, el injustificado, y el mal que, muchas veces, tiene un motivo detrás. Este segundo es el que acecha a Lisbeth, víctima del sistema y del rechazo social. Lisbeth actúa de una forma totalmente cuestionable. Pero lo hace por una razón, y eso parece exculparla. El mal verdadero es irracional y gratuito pero existe otro tipo (el que deriva, por ejemplo, en una actividad delictiva como hacker o como violenta agresora contra los otros malvados) que es, en cierto modo, justificable.


Lo que también parece evidente en la trilogía es que Larsson, periodista además de escritor, tiene mucho que decir sobre los medios de comunicación. Posiblemente por su propia experiencia profesional o la de algunos compañeros, Larsson se muestra desconfiado con el funcionamiento de los medios, harto de titulares sensacionalistas y artículos sin documentar que son sólo un obstáculo más de la sociedad para esas personas que, como Lisbeth, tienen todas las puertas cerradas.




Por Andrea Pelayo Herrera

domingo, 29 de noviembre de 2009

Mundo corrupto, sistema corrupto

Estoy en parte de acuerdo con la definición de Mario Vargas Llosa sobre Millennium, especialmente cuando habla de que, en el libro, Suecia aparece como la sucursal de infierno, en la que se ha expandido una pandemia de corrupción en proporciones desmesuradas. Cuando lees el libro de Stieg Larsson, llega un momento en el que te empiezas a cuestionar hasta qué punto no estamos controlados continuamente, te planteas tu seguridad cuando estás navegando en tu ordenador o haciendo cualquier otra actividad cotidiana. En mi opinión, la visión de Larsson es un poco exagerada, pero es que no debemos olvidar que se trata de ficción. Es normal que en un libro, o en una trilogía en este caso, se condense todos los hechos para hacerlo atractivo. El lector debe aprender a extrapolar lo que lee, claro está que casos como los de Lisbeth debe haber, pero no a borbotones (espero).

La primera cuestión que se nos ha planteado, sobre quién va a gestionar la información, es difícil de responder. La información que sobrepasa los límites de la ley no es precisamente sencilla de encontrar. En Millennium, Lisbeth es una más dentro de una especie de mundo de hackers que controlan la información en el mundo, o al menos en el mundo de la red. Pueden acceder a tu ordenador en menos de cinco minutos, y saber qué haces y cuándo lo haces. No puedo responder a la pregunta sobre quién va a gestionar la información porque, sea quién sea, no creo que lo sepamos nunca abiertamente.

Sobre quién va a defender al ciudadano frente a los que intentan violar su intimidad, creo que la respuesta es que cada ciudadano deberá defenderse a sí mismo. Es difícil defender a una persona de alguien que no sabemos quién es. Llega un momento en el que tu te tienes que hacer cargo de tus derechos porque no sabes si quien dice defenderte es de fiar o no. Precisamente, en Millennium la policía no sale demasiado bien parada y, en teoría, es la institución encargada de velar por la seguridad y los derechos de todo ciudadano... en teoría. Si en la misma policía la corrupción aparece como el pan nuestro de cada día, ¿qué cabe esperar de cualquier otra institución o persona?

No creo que Larsson se proponga nada en concreto. Más bien creo que, a medida que iba escribiendo sus libros, se dio cuenta de lo deteriorado que está el sistema en general. La política, la policía, el periodismo... todo en general, todo lo que comporta la moral necesita ser renovado, pero no es algo que esté en nuestras manos. Si Larsson se propone algo, es probable que sea una utopía.

Por Cristina Valenzuela Martín



Perfiles: Erika Berger, mujer

Miedo me suelen dar las adaptaciones cinematográficas de libros que me han gustado. Era el caso de Millenium. Temía ver a esos personajes que mi mente había trazado tan bien en mi pantalla de ordenador. Y de repente... ¡zas! El mayor chasco, el del personaje, para mí, más atrayente de la saga, dejando a un lado a la siempre complicada Lisbeth.

Erika Berger se presentaba en los libros, como ha dicho Cristina, como un modelo de sofisticación y pasión por su trabajo. Si bien ésta era la idea inicial, tercera escena del film, primera decepción. Tremenda decepción.

Al leer Millenium, imaginé a Berger de una forma completamente diferente a como se presenta en la película. No sabría definirlo con exactitud. Berger era, simplemente, una señorita distinguida, con gusto, elegancia, atractiva y, sobre todo, inteligente. Una mujer con ideas propias, como se demuestra en el tercer libro. Una mujer fuerte, valiente, moderna, independiente. La típica mujer que nadie sabría decir qué tiene pero que, sin embargo, resulta extrañamente atrayente.


Pero en la película Erika Berger es... algo así como un cavallot sufrido, excesivamente sufrido, diría yo. Erika Berger debía ser un alma libre que sólo tiene un punto débil: Mikael. Sin embargo, debía ser también lo suficientemente inteligente como para jamás rebajarse ni salir corriendo tras él, cosa que sucede en la película con un dramatismo inusual y absurdo para un personaje complejo como es la señorita Berger, periodista inegral. Mujer integral.


Evidentemente, en el primer film apenas se aprecia su presencia, otro motivo para criticar esta primera adaptación al séptimo arte de los libros de Millenium. Para mí, el personaje de Berger sostiene gran parte de la trama ya que es el mayor apoyo de Blomkvist. ¿Dónde queda eso en el film?



Más allá de las comparaciones... Erika Berger es toda una mujer. Mujer exquisita, refinada, dura de roer. Mujer trabajadora, entregada, luchadora. Mujer con todas las letras.




Por Andrea Pelayo Herrera

martes, 17 de noviembre de 2009

Perfiles: Erika Berger, la pasión sofisticada.


Erika Berger y Mikael Bloomkvist son una pareja singular. Berger es una periodista comprometida con su trabajo, responsable y felizmente casada. Sólo tiene un punto débil, y ese es Bloomkvist. Hace muchos años que se conocen y trabajan juntos; ambos se casaron y contaron a sus parejas la atracción sexual que sentían el uno por el otro. El marido de Erika lo entendió y, de hecho, ella le llama cada vez que va a pasar la noche con Mikael. Sin embargo, la mujer de Mikael no supo llevarlo tan bien, y acabaron divorciándose.

Definir a Erika Berger es complejo, como todos los personajes de esta saga. En el libro es descrita de forma intermitente, en cada capítulo del primer libro se nos esboza un poco más el personaje. Algunas de las alusiones de su perfil son las siguientes:

Berger es una chica de clase alta, de madre sueca y padre belga residente en Suecia.

Era valiente, salía descaradamente bien en pantalla y sabía como hacerles frente a los canales de la competencia.

Mostraba una extrema sensibilidad y mantenía la cabeza fría en todo momento. Era la mejor jefa imaginable.

Físicamente, no se describe a Berger con la misma exactitud que a Salander. Se intuye que es una mujer rubia, alta y delgada, elegante y de buenos modales. Digamos que es en su relación con Mikael cuando saca la Erika pasional que lleva dentro y tanto ella como Mikael lo saben, y tienen asumido que lo suyo no es amor, es puro sexo, acompañado de cariño, amistad y afinidad. De hecho, su relación ya empezó así, en menos de una semana desde que se conocieron ya se habían acostado en varias ocasiones.


Ya más adelante, cuando avanzamos hacia los siguientes libros, apreciamos que Berger es una mujer con principios y con mucho carácter, como demuestra cuando deja Millennium para irse al diario de más tiraje de Suecia. Tiene numerosos problemas en su nuevo empleo y sus principios no la dejan actuar con cierta objetividad, por lo que acaba volviendo a su antiguo puesto de jefa en Millennium.

Se podría definir a Erika Berger como una mujer atractiva, con principios, líder, pasional e impulsiva. Una especie de mezcla extraña para una chica de clase alta y refinada como es definida en un principio. A lo largo de los tres libros, descubrimos al personaje que es quizá, junto a Lisbeth Salander, uno de los personajes que más evoluciona a lo largo de la historia.

Por Cristina Valenzuela Martín

domingo, 8 de noviembre de 2009

Perfiles: Pippi se hace mayor

Parece que en suecia son expertos en crear a personajes extravagantes y, porqué no decirlo, raros. Pero todos ellos tienen algo en común, atraen a la sociedad. Primero fue Pippi Långstrump y ahora Lisbeth Salander.
















Es difícil definir a Lisbeth, para ello voy a hacer uso de un párrafo del primer libro, que la describe físicamente:

Tenía veinticuatro años pero aparentaba catorce. Una boca ancha, una nariz pequeña y unos prominentes pómulos le daban cierto aire oriental. Sus movimientos eran rápidos y parecidos a los de una araña; cuando trabajaba en el ordenador sus dedos volaban sobre el teclado. Su cuerpo no era el más indicado para triunfar en los desfiles de moda, pero, bien maquillada, un primer plano de su cara podría haberse colocado en cualquier anuncio publicitario. Lisbeth era pelirroja, pero se había teñido de negro azabache. Solía dar la impresión de que se acababa de levantar tras haber pasado una semana de orgía con una banda de heavy metal.

Me ha parecido oportuno citar este pasaje del libro porqué, gracias a él, identifico en muchos aspectos a Lisbeth Salander con Pippi Långstrump. Como bien se dijo en clase de J.M Perceval, las referencias de Långstrump utilizadas por Larsson en sus libros son notables. Lisbeth es pelirroja, es una chica de apariencia anoréxica pero tiene una gran fuerza e ingenio, viste de manera peculiar, tiene muy pocos amigos (dos o tres contados), es rebelde a todo convencionalismo, tiene un gran espíritu de contradicción y es sueca. Si quitamos la palabra “Lisbeth” de ésta definición bien podríamos estar hablando de Pippi Långstrump. Andrea hace una comparación entre Matilda y Lisbeth, yo la hago con Långstrump, creo que el personaje de Larsson es un popurrí de los personajes más extravagantes que conocemos.

Para mí Lisbeth es capaz de lo mejor y de lo peor. Tiene unos principios muy marcados y no se sale de sus esquemas, lo recuerda todo y a todos los que le hacen daño. Recuerdo muchos momentos en el libro en los que se queda con el nombre de algún personaje para vengarse de él algún día. Su infancia marca, en cierta manera, la desconfianza que tiene en todo el mundo y lo poco comprendida que se siente. Su misión en la vida es sobrevivir a todas las situaciones adversas que se le presentan, y sobrevivir sin ayuda, porque ha estado siempre sola y le da miedo depender de alguien. Es uno de esos personajes que cuanto más raros son, más te gustan y ésa es la gracia de Lisbeth, cuanto más bruta es, más ganas tienes de continuar leyendo.

Por Cristina Valenzuela Martín



sábado, 7 de noviembre de 2009

Perfiles: Una Matilda del siglo XXI

Nacida en una familia violenta y desestructurada, Lisbeth actúa en una eterna contradicción: pasa de un estado increíblemente racional a uno increíblemente salvaje en cuestión de segundos. Sin embargo, la vida de Lisbeth la obliga a aprender autocontrolarse si no quiere vivir encerrada, cosa que no siempre consigue. Lisbeth quiere venganza. Lisbeth siente odio demasiado a menudo.

En cierta manera, podemos tener muchas referencias anteriores para hacernos una imagen de Salander (la mía no acaba de corresponderse con la de la actriz, Noomi Rapace, escogida para interpretarla en la versión cinematrográfica). La que más se me parece es Matilda, ¿la recuerdan?. Lisbeth Salander también es una chica especial, con un grave problema de incomprensión por parte del mundo que la rodea. Menuda, casi raquítica, inteligente, ávida, brillante, con una memoria prodigiosa, Sally tan sólo reacciona ante un mundo que no la deja ser quien es. Este hecho, para muchos lectores, se convierte en un atenuante de sus acciones pero no en una exculpación.

Evidentemente, Lisbeth no tiene, como Matilda, poderes telequinéticos. ¿Pero alguien creen que le hacen falta? Dicen que la capacidad de actuación de algunas personas, por poca fuerza que tengan, en una situación extrema puede sorprender. Salander es lo que vulgarmente conoceríamos como una tirillas. Pero sabe defenderse. No ha aprendido a hacerse valer. Nadie se ha interesado verdaderamente por ella. No la respetan. Pero la temen. La temen porque es rápida, viva, vengativa y no tiene nada que perder. Se arriesga, corre, mata si es necesario. Pero valora su vida y, por ello, lucha siempre entre su primer impulso, que es el de sed de venganza, y su cabeza, que funciona como revulsivo ante instintos primarios en un veloz análisis de consecuencias.

Lisbeth es una Matilda del siglo XXI pero no cambia libros por ordenadores. Ella, simplemente, utiliza las dos cosas. Se presenta como una de las mejores hackers del mundo y se vale, también, de compañeros virtuales que la puedan ayudar sin juzgarla. Existe verdadero cariño tras la pantalla. En los inexpresivos ojos de Lisbeth debía reflejarse cierta sonrisa torcida cuando llegaba la información de sus colegas. Una sonrisa no de agradecimiento entre amigos sino una especie de: sabía que lo conseguirías. La independencia y el afán de superación son las mejores aliadas de Sally. Tal vez sea eso lo que más me atraiga de este personaje, también icono del feminismo. Pero en este punto, lanzo una pregunta al aire. ¿Lucha Sally por las mujeres o sólo por sí misma?

En algún momento podríamos pensar en Lisbeth Salander como un Robin Hood actualizado. Sin embargo, el príncipe de los ladrones era un justiciero para las masas. El caso de Salander es sustancialmente diferente. Salander también busca justicia por su cuenta, sí. Pero no tiene la conciencia social que podía tener el héroe de los bosques. Sally es egoísta (probablemente porque la han convertido en el ser complejo y desconfiado que es) y tan sólo busca sobrevivir en un mundo en que ella, la más fuerte, es tratada como alguien débil y mísero.


Por Andrea Pelayo Herrera.

Inicio de la serie Perfiles

Mientras uno lee Millenium tiene la sensación de estar en continuo estado de expectación. ¿Qué pasará ahora? ¿Qué más puede suceder? Y parece que cuando acaba la trilogía, la historia está tan atada, tan cerrada, que logramos entender todo lo que han vivido esos personajes tan increíbles. Pero... una vez dejamos reposar este thriller, empiezan las dudas. No acerca de cómo se consigue resolver la novela. No. Dudas sobre quiénes eran realmente esos personajes con los que, en algún momento, nos hemos podido llegar a identificar.


Aquí empieza un intento, en forma de serie de Perfiles, de descifrar lo que hay en las entrañas de los personajes más impactantes de Millenium. Empecemos con Lisbeth Salander.

martes, 3 de noviembre de 2009

¿Y tú? ¿De qué tienes miedo?

El martes pasado en el seminario que da J.M Perceval, estuvimos viendo una tabla en la que se mostraba la evolución de la violencia en Occidente desde 1300 al 2000. Es decir, con características generales, vimos cómo había evolucionado. De toda la tabla, me fijé especialmente en la última frase que había en el último cuadro del siglo XX. En él había escrito: Aumento de la violencia en la escuela (años 90). Me llamó la atención porque no hace mucho estuve recordando mis años en el instituto y me vino a la mente un episodio que ocurrió entre compañeros de clase que por aquel entonces no tuvo mayores consecuencias pero que desde no hace mucho tiene un nombre: bullying.

Aunque el término sea relativamente nuevo, está claro que el concepto no lo es. Y más si nos fijamos en que la tabla mostraba la evolución de la violencia desde el año 1300. Al pensar en el bullying no pude evitar que me viniera a la mente Cobardes, la película que hicieron José Corbacho y Juan Cruz. Leí el argumento el día que la vi, y creo que la vi porque me gustó mucho como estaba escrito el argumento. El miedo era el nexo de unión entre todos los personajes. Y el miedo es algo que conocemos, que conozco y por eso lo busqué, para volverlo a leer: La película cuenta la historia de Gaby, un chaval de catorce años que tiene miedo a ir al colegio. Tal vez su miedo sea a causa de Guille, un compañero de clase, que por su parte tiene miedo a defraudar a su padre. Pero los padres de Gaby y Guille también tienen miedo. Joaquín, el padre de Gaby tiene miedo a perder su trabajo y Merche, su madre, miedo a que su familia se desmorone. Guillermo, padre de Guille, tiene miedo del poder que le envuelve y Magda, su madre, miedo de no conocer a su propio hijo.Y después está Silverio, el dueño de la pizzería, que no le tiene miedo a nada. Bueno tal vez a Dios. ¿Y tú? ¿De qué tienes miedo?.
Por Lluïsa Oller

¿Lo importante es participar?

Según el diccionario esencial de la lengua española, el deporte es la actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas. Algunos aseguran que el deporte promueve la salud mental y puede aliviar las hostilidades naturales, la agresividad y la competitividad. ¿Eso es así realmente?

Hay distintas categorías de deportes en las que podríamos incluir el deporte educativo y recreativo, cuya finalidad es la diversión y el pasatiempo. Pero yo quiero centrarme en otro tipo de deporte: el deporte competición-espectáculo. Este deporte tiene como finalidad el triunfo. Pero no sólo eso, sino que va unido a otros factores, ya sean económicos, políticos, sociales, que lo convierten en el centro de atención, desplazando a los anteriormente citados en cuanto a su trascendencia social. En este caso, el deporte es materia de reflexión sobre la conducta agresiva y violenta.

La violencia en el futbol no es algo nuevo. ¿Acaso sirve para descargar adrenalina? Puede ser. Lo que está claro es que los gritos, los insultos y las peleas en las gradas son "normales". Cada uno es de un equipo y el rival es el enemigo. Aquí ha quedado atrás el famosos "lo importante es participar" que me decían mis padres cuando iba a jugar a algo con mis amigas. "Lo importante, lo que cuenta, es ganar". ¿Y si no se gana, deportividad? Unos se lo tomarán bien, otos... bueno, otros no tanto. Lo que está claro es que no se trata sólo de un juego.
Por Lluïsa Oller

Evolución violenta

Pensaba que nunca más cogería mis apuntes de Relaciones Internacionales, pero me equivoqué. Y es que recuerdo que en el tema de las tradiciones de pensamiento (o de paradigmas quien sabe) había una había que englobaba muy bien lo que quiero plasmar aquí sobre la violencia.

Sí, ya la tengo. Se trata de la tradición de pensamiento hobbesiana. Describía las Relaciones Internacionales como un estado de guerra de todos contra todos. Los estados siempre están en conflicto. Y eso, sinceramente, viendo el cuadro que nos pasó el señor Perceval hace ya dos semanas (oh, dos semanas y aquí siempre al límite actualizando el último día) creo, afirmo y demuestro que puede extrapolarse a la humanidad en general.

Del S.XIV al S.XX , en todas las casillas existe violencia. Es tal la justificación de la violencia o la asimilación de la misma que en el SXIV se veía peor el robo que le asesinato. Dos siglos más tarde, se inventa el duelo para reglamentar la violencia igual que pasará en el SXVIII con el Boxeo.

Aunque ha podido ir disminuyendo en algún momento, la violencia siempre ha existido y siempre existirá porque des de que se tiene constancia, el hombre siempre quiere lo que tienen los demás y, los puños o las guerras son la manera de conseguirlo.

Lo que ha cambiado es la manera de ejercerla. Si como ya decíamos hace unas semanas siempre ha habido violencia de género, lo que no siempre ha habido (o al menos no tan acentuadas) son las faltas de respeto de jóvenes a maestros, padres o cualquier adulto. La falta de autoridad se ha convertido en violencia descontrolada de jóvenes aún sin personalidad que, si no se paran a tiempo, se convertirán en matones de barrio sin un futuro.

Esto se debe a que no sólo la forma de ejercer violencia ha cambiado en los últimos siete siglos, sino también la sociedad que se ha vuelto más permisiva dando el poder a los más jóvenes y menos preparados para ejercerla.
Por Esther Valenzuela

Violencia deportiva

¿Podemos considerar el deporte violento? ¿No deberíamos decir que son violentas algunas de las personas que practican deporte? Como bien dijo mi compañera Cristina, la definición de deporte de por si no incluye ninguna referencia a actos violentos, en cambio, no es raro ver escenas agresivas en cualquier deporte (sobre todo en partidos de futbol, ya que si es el deporte rey, lo es para todo).

Esto se debe a que el ser humano tiene instintos violentos que no sabe como canalizar y, a veces, cuando lo intenta a través de la actividad deportiva no lo consigue y su fuerza se desmadra. Ya en el siglo XVII se inventaron los duelos para canalizar la violencia. Le siguió el boxeo, considerado por muchos como un deporte tremendamente violento.

Lo mismo sucede con las artes marciales. Y nada más lejos de la realidad ya que estas técnicas de origen oriental se sustentan en la filosofía y están destinadas a alcanzar la paz y el equilibrio.
Ahora bien, como ya he dicho las personas si son violentas y el deporte en manos de personas violentas se vuelve violento. Tan simple, pero tan difícil. Para estas personas agresivas el deporte es una válvula de escape mal utilizada que desprende lo peor de las personas por culpa de la competitividad, el afán de superación y el querer quedar por encima del rival sea como sea. Para muestra, un sangriento botón.
Por Esther Valenzuela

domingo, 1 de noviembre de 2009

Siete siglos de violencia

Siete siglos. Dicho así cualquiera podría tener la sensación de que es poco tiempo. Siete... siglos. Es decir, 700 años. 255.500 días. 6.132.000 horas. No exagero. ¿Es que alguien, viendo el cuadro de la evolución de la violencia tiene alguna duda sobre si ha existido un sólo día en que la humanidad no se haya odiado?

De la observación del cuadro se desprende alguna otra sensación, más allá de la tristeza y el desasosiego. Aparte del primer pensamiento (¿formo parte yo de esta humanidad violenta?) una piensa que todo, incluída la violencia, tiene un por qué, un motivo detrás que justifique de algún modo tanta batalla.

¿Existe un motivo para derramar tanta sangre? Bien, a lo largo de los siglos parece que los humanos hemos ido inventando excusas para atacarnos los unos a los otros. Entre los siglos XII y XVI, los niños y jóvenes crecían rodeados de violencia, por lo cual no era de extrañar que su comportamiento posterior siguiera este patrón. Tengamos en cuenta que, en este momento, el robo estaba peor visto que el asesinato.

Poco a poco, por suerte, fueron apareciendo figuras como la de Erasmo de Rotterdam que dieron al adjetivo humanidad un sentido intentando civilizar a la población. En este siglo XVI cae toda violencia, tanto el infanticidio, antes aceptado y ahora criminalizado, como el resto de asesinatos, debido, especialmente a los avances de la medicina. ¿Cómo saber si los humanos empezábamos a civilizarnos realmente o era la técnica la que impedía más muertes?

Realmente, la humanidad apuntaba algunos cambios como la reducción de la violencia al 10 por 100000 pero... a la vez, se sucedían actos de control que llegarán hasta nuestro siglo con otras formas. Primero, el control de la sexualidad (sin duda, eje de gran parte de la violencia) y luego, el control estatal con la aparición de la vigilancia policial y su característica represión no tanto sólo a los insurrectos sino a quien se oponga al status quo del Estado.

En todo este proceso de cambio y, de facto, de reducción de la violencia, parece que la educación ha tenido mucho que ver, motivo por el que debería ser el eje central de cualquier gobierno que realmente busque una sociedad civilizada. No obstante, la humanidad jamás ha saciado su sed de violencia y ha necesitado, si no practicarla, leerla, en el siglo XIX con la aparición de los diarios sensacionalistas o en el siglo XX con la novela policiaca , género que siempre encuentra buena acogida. Lo oscuro, lo negro, lo que atañe a los instintos más irracionales del hombre parece que no pasa de moda jamás y siempre encontrará un método de expresión, atractivo a los ojos de las masas.

Por Andrea Pelayo Herrera.

Violencia ayer, hoy y siempre

Y Méjico se lleva la palma. El país del tequila se sitúa como el más violento del mundo con un porcentaje de 60 casos de violencia por cada 100 mil. Colombia le sigue muy de cerca y, más alejadas de la tabla, encontramos a Rusia y Estados Unidos. Estos países son ahora los que registran un índice de violencia más elevado pero la evolución de la violencia den occidente no siempre ha tenido a estos países como protagonistas.

Entre los siglos XIV y XVI, la violencia era vista como algo necesario e incluso estaba mejor considerada que el robo (hoy esta afirmación sería categorizada por algunos de aberración). No fue hasta el siglo XVI cuando se creó la policía y empezaron a castigarse los asesinatos con la pena de muerte en Francia y Gran Bretaña. También en este periodo encontramos represión sexual, cosa que acentúa los actos violentos. Los siglos XVII y XVIII se caracterizan por el aumento de la violencia hacia las mujeres, en este periodo también encontramos las ya conocidas persecuciones de brujas y la prohibición de danzas y fiestas. Llega un momento en que la violencia se convierte en una cuestión de estado y se empieza a controlar mediante una vigilancia policial más elevada y la educación escolar y militar. En el siglo XIX se categorizan distintos tipos de violencia (nacionalista, anarquista…) y se ejerce dicha violencia en grupos, mayoritariamente. Llegamos al siglo XX, los conceptos de inseguridad y peligrosidad hacen eco en la sociedad y resurgen las bandas en las grandes ciudades, primero americanas, después, europeas y al resto de países mínimamente desarrollados. Con el baby boom se incrementa la violencia, consecuencia lógica: a más personas, más violencia ya que habrá más personas para ejercerla. A continuación tenemos una tabla que relaciona la tenencia de armas con el homicidio, el suicidio y los accidentes en algunos de los países más representativos de violencia en el mundo.

Una vez vista la evolución de la violencia, saco unas cuantas conclusiones de ello: que la violencia ha existido siempre; que violencia y sexualidad están estrechamente ligadas, sobre todo la represión de la sexualidad de un colectivo de la sociedad (la represión genera violencia); que la creación de la policía es un intento, no fructífero, de acabar con la violencia, aunque en países como Méjico haya más violencia en los cuerpos policiales que en la propia población, de lo que deducimos que la policía se ha contagiado de actos violentos; que el Estado ha intentado frenas la espiral violenta pero, como casi todos los mecanismos que pretenden acabar con ella, ha fracasado; que la inseguridad y la marginalidad son conceptos que quizá no existirían sin la violencia; que cada vez se es más violento más pronto y, por último, creo que la violencia es algo inherente a las personas, todos tenemos un “yo violento”. La diferencia es que hay personas que saben controlarlo y personas que no saben o no pueden.

Por Cristina Valenzuela Martín