domingo, 17 de enero de 2010

¿Plataformas de control o de ocio?

Facebook, Tuenti, Fotolog, myspace, Google... Todo lo que nos rodea en la red es parte de un gran mecanismo de control de los individuos. Durante el transcurso del seminario José María Perceval nos ha ido proponiendo una serie de temas a tratar y la seguridad, la justicia y el control casi siempre estaban dentro de los mismos. Este hecho me ha llevado a replantearme durante unos días si darme de baja de según que páginas y redes sociales, pero no creo que esa sea la solución. Es inevitable formar parte de la gran base de datos que se tiene sobre cualquier ciudadano que haga uso de las tecnologías.





Después de decidir no hacer nada, me dediqué a pensar quién puede estar detrás de todo esto. No sé quienes son, ni les pongo cara, pero me da la sensación que son Plagues y Lisbeths en potencia. En el fondo el mundo está “dominado” por hackers, que son capaces de rastrear cualquier movimiento que haces. En parte eso facilita las cosas y en parte asusta. Normalmente, intento ver la parte positiva de las cosas pero cada vez veo menos pros y más contras en Internet, y me da cierta rabia porque se trata de una de las mejores herramientas, si no la mejor, de búsqueda de la información pero al igual que tú buscas, te pueden buscar. Al igual que tú encuentras, te pueden encontrar.

Por Cristina Valenzuela Martín

lunes, 11 de enero de 2010

Perfiles: Wu, un torrente de sexappeal e inteligencia

Lo confieso. Soy una de esas personas que suele coger manía a los personajes principales de cualquier libro o serie de televisión. Demasiado protagonismo, debo pensar. Pero es que no me lo negarán: normalmente son los personajes secundarios los que dan salsa a la trama.


Es muy posible que en el caso de Millennium Lisbeth robe toda atención gracias a su carisma. O más bien a su misterio. Todos queremos averiguar qué hay detrás de la mirada inexpresiva de la pequeña Salander, aunque nadie lo consiga finalmente. Y es ese intentar entender a Lisbeth lo que hace que dejemos de lado a otros grandes roles como el de Mimmi.


Miriam Wu se presenta de forma intermitente en los dos primeros libros de la saga. No será hasta el segundo libro que obtendremos una descripción detallada de ella.


¿Qué sabemos de Mimmi?

Sabemos que su madre era china y que por ello tenía el pelo liso y de color azabache. Sin embargo, sus genes suecos, debidos a su padre, le habían dado unos ojos azules cuya combinación con los rasgos orientales era peculiar. Además, también sabemos que estudiaba sociología en Estocolmo y que trabajaba un día por semana en una tienda de ropa picante de la que era copropietaria.


Después de tantos detalles nos falta averiguar algo esencial... ¿qué hace estar a esta chica de 31 años con Lisbeth?


Más allá del puntazo que puede tener para algunos la posible homosexualidad de Lisbeth (sólo hay que ver el trailer de la segunda entrega donde aparece un principio de escena tórrida entre Lisbeth y Mimmi), Mimmi es uno de aquellos secundarios imprescindibles, a pesar de su efervescencia en la historia, ya que arroja luz sobre Sally en cada aparición. Es Wu la que da con la clave de la sexualidad de la protagonista, por ejemplo: Lisbeth no es lesbiana ni heterosexual. Es sexual, simplemente. Esta falta de clasificación de su sexualidad nos da un apunte más sobre lo poco que le importan a Lisbeth las etiquetas y lo socialmente establecido.


Wu también es un alma libre y madura. Lo demuestra, sobre todo, cuando tras un año y medio de no ver a Lisbeth la deja entrar a su casa. Y a su cama. Mimmi no quiere complicaciones. Simplemente ve en Lisbeth una persona con la que mantener relaciones sin pedir nada a cambio. Es lo mismo que ve Sally en ella, de ahí la compenetración y el respeto que se tienen ambos personajes.


En resumen, Wu es exactamente otra auténtica mujer en manos de Larsson: una fémina decidida, independiente, libre, fuerte, inteligente, vital y, encima, con morbo. Imparable.


Como siempre, los personajes femeninos de Larsson (Lisbeth, Mimmi, Berger, Giannini o Figuerola) dan a entender que el sexo femenino es quien lleva las riendas, aplastando a los personajes masculinos cada vez que las chicas aparecen en escena. Este hecho ha acabado convirtiendo el título del primer libro del autor sueco en todo lo contrario de lo que él era: el hombre que amaba a las mujeres.

Por Andrea Pelayo Herrera.

viernes, 8 de enero de 2010

Ilegal hoy, legal mañana…

Vale, a veces hay que hacer cosas poco éticas para lograr algo. ¿Ejemplo de ello? Mikael Bloomkvist no hubiese resuelto las trama de Millennium sin la ayuda de Lisbeth, una hacker de los pies a la cabeza. Es verdad que no es muy ético pero ¿A caso alguien piensa en la ética cuando intenta hacer justicia? Creo que poca gente lo hace.

Típica frase atribuida a Maquiavelo “El fin justifica los medios”, pues depende. La verdad es que no tengo una postura totalmente a favor o en contra de esta afirmación porque, como hemos estado viendo continuamente en el seminario del señor Perceval, una cosa es cuando lo ves desde fuera y otra cosa es cuando te toca vivirlo a ti. El mundo cambia de manera constante y lo que hoy es ilegal mañana puede convertirse en legal, por tanto si mañana ser hacker se convirtiese en algo legal ya no nos estaríamos cuestionando esta frase porque estaríamos utilizando un medio óptimo. Todo cambia, los significados cambian, las reglas cambian.

En lo que se refiere al caso de Millennium, sin Lisbeth hubiese sido prácticamente imposible resolver la trama, hay que reconocerlo: el fin justificará más o menos los medios pero sin medios no hay fin, sean de la clase que sean.

Por Cristina Valenzuela Martín

La sombra de Maquiavelo

La justicia no tiene un único significado y en esto me da la razón incluso la RAE. Por ello, es difícil decidir si Salander actúa justamente o no. Como decía Andrea, en cada país y cada momento tiene una justicia y por ello, incluso en un mismo país una acción tan simple como el voto femenino aquí estaba prohibido y, ahora, es lo más normal del mundo.

Por ello no es tarea fácil decidir si las acciones de Lisbeth son justas o no. Como todo el mundo sabe, Maquiavelo afirmaba que El Fin justifica los medios, pero aún hoy, tantos siglos después esa afirmación sigue siendo cuestionada. Lo que es cierto es que de no haber burlado la justicia y haber empleado su sabiduría como hacker, actualmente o bien no hablaríamos de la trilogía de Millenium o no la misma pues el resultado hubiera sido muy diferente.

También hubiera sido diferente si la justicia “oficial” como la llamó Andrea hubiera actuado correctamente. También muchas cosas lo serían si, en la vida real y no en los libros, la justicia actuara cuando y con quien debe. Pero como no es así, justificaremos que Lisbeth ponga en práctica el ojo por ojo, diente por diente.

Por Esther Valenzuela

Perfiles: Salander, pequeña, pero...

En Catalunya dicen que Al pot petit hi ha la bona confitura (En el bote pequeño se encuentra la buena mermelada), pero si hablamos de la señorita Salander podemos dudar del refrán.

Lisbeth no es perfecta, posiblemente ni lo desea como dice la canción. Si fuera un personaje de televisión sanidad ya la hubiera denunciado por su adicción a la nicotina, pero a la vez, las asociaciones de gays, lesbianas y bisexuales hubiera hecho de ella una bandera por sus tendencias sexuales. Cuando intente pasar por un detector de metales le será imposible pasar desapercibida y como obra de arte, su cuerpo tatuado podría formar parte de una galería.

Como ya nos contaba Andrea, es capaz de pasar de una estado raciona a uno de irracional en menos de lo que se tarda en encender unos de sus adorados cigarrillos y es que haber nacido en medio de una familia desestructurada y violenta ha hecho de ella una pequeña fiera con ganas de guerra. Por eso, a pesar de su poca presencia física todos la temen, todos tiemblan, todos huyen de Salander.

El señor Perceval siempre dispuestos a hacernos reflexionar nos dio dos nombres con los que poder relacionar a Salander: Matilda y Pippi Långstrump, Andrea y cris las han comparado respectivamente, pero todas (incluida Lluïsa) hemos llegado a la conclusión que Salander es difícil de describir, que simplemente hay que conocerla página tras página.

Por Esther Valenzuela

Shhh, era un secreto

Muchas veces me había preguntado si en realidad la vida no era más que un Gran Hermano a pequeña escala. Me explico. Sobre todo des de el año pasado cuando en un reducido grupo de amigos éramos casi incapaces de mantener secretos empecé a pensar que toda la sociedad está demasiado comunicada.

Si bien me hacía gracia que el sujeto A le explicar algo al sujeto B y a los 5 minutos lo supieran los demás sujetos en cuestión, da miedo pensar en que hoy en día a causa de las redes sociales como Facebook, Tuenti o Youtube no podas disfrutar ni siquiera por un minuto del anonimato.

Claro que en el fondo todo es culpa nuestra por prestarnos a ello, pero… ¿Quién puede renunciar a saber de la vida de los demás? Nadie, o casi nadie, por eso exponemos también la nuestra. Pronto todo será un gran Show de Truman como apuntaban algunas de mis compañeras, si es que en el fondo no lo es ya.

Por Esther Valenzuela

Tardábamos en hablar de José María Perceval

Y tardó demasiado el señor Perceval en pedirnos que habláramos de él. Yo no soy de esas personas que lo tuvo ya en primero. No. Soy de esas que se lo encontraron en tercero, en la asignatura de periodismo especializado (Cultura) y que aprendió muchas cosas de los Moriscos.

En ese caso el señor Perceval, siempre educado y cercano, ya avisó desde el primer día que quería múltiples referencias a su persona en nuestros blogs. Y así lo hicimos. Yo concretamente, para no gastarle el nombre, le acostumbraba a apodar El Sabio, pues si en algo debemos coincidir todas las personas que hemos pasado por sus clases es que, este hombrecillo de andares despreocupados, sabes muchas cosas.

Quizá por eso decidí apuntarme al seminario. Sabía que sus clases no distarían mucho de las de Cultura y, por tanto, aprendería cosas sin necesidad de tomar demasiados apuntes (eso siempre es bueno). Para ser honestos también hay que decir que a veces sus clases se me hacen cuesta arriba porque, sobre todo el año pasado, había momentos en que nos salían moriscos por las orejas, pero si estoy repitiendo con él por gusto no debió ser tan malo.

Es mejor un profesor que te haga pensar, que uno que te haga simplemente copiar. Así es el señor José María Perceval.

Por Esther Valenzuela

Perfil de Lisbeth Salander: Ojo por ojo, diente por diente

Wasp.

El pseudónimo de Lisbeth en el mundo informático es el que mejor la describe. Avispa, eso es lo que significa wasp en inglés, según el Diccionario esencial de la lengua española es un insecto himenóptero (más abajo veremos lo que significa), de un centímetro a centímetro y medio de largo, de color amarillo con fajas negras, y el cual tiene en la extremidad posterior del cuerpo un aguijón con que pica, introduciendo una sustancia tóxica que causa escozor e inflamación. Vive en sociedad y, con sus compañeras, fabrica panales. En una primera lectura, y para una persona que no haya leído Millennium ni tenga conocimiento de que exista un personaje de ficción femenino de tales características, esta definición no tendría ningún sentido en un blog en el que se habla de la trilogía y, concretamente en esta entrada, de uno de los personajes. Pero si vamos más allá, si realizamos una segunda lectura de la definición tomando como referencia a Lisbeth, vemos que no es tan descabellado. Y más si paramos atención en la segunda parte de la definición, la palabra himenóptero. Según el mismo diccionario, se dice de los insectos con metamorfosis complicadas, como las abejas y las avispas, que son masticadoras y lamedoras a la vez por estar su boca provista de mandíbulas y, además, de una especie de lengüeta.

Es cierto que quizás hoy tengo uno de esos días en los que veo cosas donde no las hay. Pero antes de ponerme a escribir hoy no tenía idea alguna de cómo describir a un personaje tan complejo como es Lisbeth Salander, pero, por algún motivo al abrir el primer libro he visto escrita la palabra "wasp" y eso me ha llevado a esta idea. Lisbeth es uno de esos personajes que asombran por su humanidad. No hace falta que sean perfectos, ni guapos, ni populares, ni que tengan esa inteligencia que parece que haya sido cultivada en la universidad; son guapos, inteligentes y perfectos a su manera y en su mundo, creados por las circunstancias que les han rodeado y les rodean. Lisbeth Salander no pretende encajar ni se pasa el día poniendo buena cara, al contrario, es otro tipo de heroína a la que estamos acostumbrados: tiene piercings en la ceja, la lengua, la nariz, el ombligo y las orejas, así como varios tatuajes, de los cuales los más llamativos son un gran dragón que cruza su espalda y una avispa en el cuello. Es una fumadora empedernida y de tendencias bisexuales. Es un personaje único que parece que tenga vida propia y por eso me resulta tan difícil describir.
Por Lluïsa Oller

El show de Lluïsa

Lo admito. En alguna que otra ocasión, cuando pienso en una canción y de repente suena en la radio; cuando alguien me mira y se gira rápidamente o cuando tengo la sensación que he vivido esa situación, pienso ¿estaré viviendo mi propio show com en la película El Show de Truman? Sí, es cierto, soy una persona a la que las películas -no todas- le dejan huella, pero, en esta ocasión, quizá no toda la culpa sea de las películas. El control social invade nuestras vidas y las cámaras forman parte de nuestro día a día. Eso no significa que cada uno de nosotros viva en su propio Gran Hermano, planteado por Geroge Orwell en su magnífia 1984; pero sí que es cierto que nuestros movimientos son controlados y, aunque parezca mentira, muchos de nuestros pensamientos también. Cuando navegamos por internet y accedemos a un tipo de páginas y no a otras, los datos son recogidos hasta tal punto, que acabamos recibiendo e-mails con información sobre algo que nos gusta sin ser conscientes de que nosotros mismos, de manera inconsciente, hemos dado esa información.

J.M Perceval nos planteaba en su clase: ¿Será el siglo XXI una carcel de cristal? Podría parecer exagerado la primera vez que lo piensas, pero si te fijas un poco en tu alrededor -ya no sólo las cámaras, aunque cada vez hay más-, sino en algo tan "inocente" como las redes sociales; Facebook, por ejemplo, donde es imposible dar más información personal de la que se da; te das cuenta de que no es una idea tan descabellada.

Por Lluïsa Oller

¿El fin justifica los medios?

Tenemos, se dice, el derecho de ser informados. ¿Hasta qué punto eso es así? ¿En qué momento ese derecho choca con el derecho a la libertad y privacidad de cada individuo? En Millennium, "Lisbeth hacker" pudo conseguir gran cantidad de información que, sin ese dominio -y esos contactos-, no hubiera podido conseguir. En este mismo bloc ya hemos podido conocer, de la mano de Cristina Valenzuela, el perfil de Plague, un tipo poco corriente -tal como ella lo describe-, que también forma parte de la red de hackers y el principal contacto de Salander. Me pregunto si Blomkvist sin la ayuda de "Lisbeth hacker" hubiera podido conseguir todo lo que finalmente consigue. Después de unos minutos de reflexión concluyo: No. La información es poder, y ese poder, en Millennium, se consigue a través del dominio informático que tiene ella. Sin toda esa información ellos nunca podrían haber conseguido nada de eso. Pero, en este punto, cabe preguntarse: ¿Hasta dónde llega la libertad de informarse? Está claro que Lisbeth traspasa los límites, pero muchos creen que el fin justifica los medios. ¿Y tú?
Por Lluïsa Oller

jueves, 7 de enero de 2010

Humanidad y justicia

Una de las cuestiones más complicadas que afrontamos con la lectura de Millennium es decidir si las acciones de Lisbeth son justas o no, si tiene razones para actuar como actúa, casi siempre al margen de la ley. Pero esta cuestión es dificil, precisamente, porque "justicia" es un concepto que en cada país y en cada momento histórico puede variar. El bien común es, cuanto menos, dinámico.

Cuanto más he reflexionado acerca de Lisbeth más me he dado cuenta de la compasión que muchos sienten hacia esta especie de justiciera postmoderna. Sin embargo, sus métodos son altamente cuestionables dado que no siempre buscan el bien común sino, muchas veces, persiguen el bien individual, su bien, que casi siempre pasa por saltarse la justicia o bien tomársela por su mano para ejecutar su particular vendetta.

La pregunta de hoy, planteada por Perceval, es: ¿Habría podido acabar todo bien sin que Lisbeth hubiera burlado la justicia o sin haber vulnerado la libertad de otros al jaquear sus ordenadores?

Muy posiblemente la verdad jamás se hubiera descubierto sin Lisbeth (o bien se hubiera descubierto demasiado tarde y su nuevo concepto de justicia dado que, como pudimos comprobar desde el primer momento, Lisbeth ha sido a veces ignorada por la justicia "
oficial" y, otras tantas veces, directamente maltratada por ésta.

La ausencia de justicia es, en el caso de Millennium, la mayor injusticia cometida. Y, a partir de ahí, todo lo demás funciona mal. Por ello, aunque el final de la saga sea positivo según la moral predominante (ya saben: los malos malísimos acaban o muertos o en la cárcel), no puedo evitar quedarme con un mal sabor de boca que significa, básicamente, que hubiese preferido que la justicia "oficial" funcionase siempre y así tendríamos que evitar sentirnos bien con héroes vengativos como es, en realidad, Lisbeth Salander. La heroína que se atreve a hacer todo lo que los lectores querrían hacer ante tales injusticias que retrata un Larsson resentido con una sociedad en que todo está prohibido, deformado, corrupto. Lisbeth es, simplemente, la heroína marginada, fría y cruel. Pero heroína y vencedora, al fin y al cabo.


"Sé justo antes de ser generoso. Sé humano antes de ser justo"
Fernán Caballero.







Por Andrea Pelayo Herrera

domingo, 3 de enero de 2010

Análisis del seminario

Cuando supe la temática del seminario impartido por José María Perceval me alegré de manera considerable, seguramente debido a que ya me había leído los tres libros necesarios para la asignatura. Da la casualidad de que estoy haciendo otra asignatura que estudia la mentalidad de los asesinos en serie de manera virtual con la Universitat de Lleida y el seminario me ha servido de mucho para esta asignatura.

Millennium no se puede considerar una novela de asesinos en serie pero hay conductas en Lisbeth Salander que se aproximan a este tipo de personajes, hecho del cual no me habría dado cuenta si no lo hubiésemos estudiado en clase. Creo que la temática es acertada, en el sentido de que es algo diferente a lo que hacemos los estudiantes de Periodismo normalmente en clase (no nos ponemos a analizar si Salander tiene sus orígenes en Pippi Calzaslargas o en Matilda). Supongo que se trata de profundizar en temas que, a priori, no son los más comunes a tratar en cualquier clase de la carrera.

Es cierto que las clases han sido un tanto irregulares, en lo que se refiere a continuidad de la asignatura (también ha influido el hecho de que sólo tenemos una hora de clase a la semana), aún así los temas que se han ido planteando en clase, a modo de comentarios personales, son cuestiones que de vez en cuando te planteas pero que nunca acabas de profundizar en ellas. Asimismo, me he visto en apuros a la hora de comentar ciertas cuestiones planteadas por José María Perceval, algunas de las preguntas no me las había puesto a pensar jamás. Supongo que aquí está la gracia del seminario, que te plantees cosas que nunca te hubieras planteado en circunstancias normales.

Un seminario peculiar. Un tema peculiar, no todos los días analizas con tanto detalle un libro con unos personajes tan… ¿Cómo decirlo?... Poco usuales. Un profesor peculiar, jamás había tenido a Perceval como profesor pero me alegro de acabar la carrera y poder decir que lo he tenido, es una especie de mito en la facultad y no entendía por qué. Ahora lo entiendo.

Por Cristina Valenzuela Martín