martes, 8 de diciembre de 2009

Libertad vigilada


La intimidad se está convirtiendo, cada vez más, en un bien muy preciado. En otras palabras, está dejando de ser un derecho para convertirse en un privilegio. George Orwell no iba mal encaminado cuando imaginó un mundo en el que la sociedad está permanentemente controlada y es que estamos en todo momento “vigilados”. Estar vigilado no significa que estemos rodeados de cámaras ocultas, precisamente Millennium muestra un mundo en el que cualquier persona con un amplio conocimiento de las técnicas adecuadas puede averiguar lo que quiera de ti. Eso es, para mí, estar vigilado.

Asusta el hecho de saber que todo lo que haces o dices por la red queda registrado y se puede volver en tu contra el día menos pensado. Sin embargo, creo que todo es producto del propio ser humano. Tenemos una actitud controladora inherente, claro está que unos la desarrollan mucho más que otros (a veces demasiado), y esta misma actitud es la que nos hace crear máquinas que controlen por nosotros. Es, por decirlo de algún modo, hacer que las máquinas hagan algo que no está bien por ti. No sé hasta qué punto el siglo XXI se va a convertir en una cárcel de cristal porque es posible que ya estemos en ella y no lo sepamos.

Estamos rodeados de cámaras por todas partes, hay cámaras en los cajeros, en las tiendas, en la calle, en los cines… y en muchos otros sitios que no me quiero ni imaginar (por no hablar de Internet). Películas como El show de Truman ya nos dan una idea de los miedos de la sociedad a ser controlada. Y es que cuando nos sentimos observados no actuamos de manera natural, estamos coaccionados, dejamos de ser nosotros. Así que espero que el mundo no se vuelva una cárcel de cristal porque, si eso ocurre, acabaremos todos paranoicos (yo la primera).

Por Cristina Valenzuela Martín

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