lunes, 7 de diciembre de 2009

Perfiles: Bjurman. Excesos.

(Atención: este post contiene spoilers)

Rechazo. Asco. Repugnancia. Odio. Probablemente son estados por los que hemos pasado todos al leer Millenium. ¿Hace falta decir respecto a quién sentíamos todo esto?

Sí, tal vez debamos especificar ya que si la trilogía destaca por algo es precisamente por sacar lo peor de la mayoría de personajes. Podríamos sentir repulsión por Martin Vanger, sí. De hecho, nos pasamos todo el primer libro buscándole, siguiendo las pistas frenéticamente junto con Lisbeth y Mikael. Casi queremos entrar en el libro para que la investigación se acelere y podamos coger a ese violador en serie cuanto antes, mejor. Son demasiadas las víctimas y son demasiado frágiles los motivos: Martín es, simplemente, un enfermo que sigue la tradición de su padre, otro enfermo.

Pero Martin es sólo uno más de los depravados que copan Millenium. Para mí, Nils Bjurman se lleva la palma al tratarse de un trabajador social. Eso hace que su papel sea todavía más repugnante ya que la tutela de muchos niños y niñas queda en mano de estos trabajadores. Stieg Larsson jugó con la sensibilidad del lector en este punto, nos llevó al límite, nos volvió a hacer pensar que esto podía estar pasando de verdad.

Nils Bjurman me repele desde todos los puntos de vista. Evidentemente, Larsson se encargó de que físicamente ya fuera un personaje desagradable. Pero en el momento que empiezas a conocerle, el hastío es mayor. Llegas a sentir el contacto de la mano de Bjurman sobre la cabeza. Sientes ira hacia Bjurman en la primera violación a Lisbeth. Pero sin duda, la segunda violación es todavía más terrible. Brutal. Lamentable. Es casi imposible no entender la venganza que planeó Lisbeth. Asco. Rabia.

Bjurman se aprovecha de su posición para atar a Lisbeth, para privarla de toda libertad. Pero no sólo eso: Bjurman la infravalora. Cree que acabará con ella, que la someterá a sus deseos. Pero Lisbeth es mucho más lista que eso y conseguirá dominar la situación gracias al vídeo de la segunda violación, que mantendrá la boca cerrada a Bjurman y que le convertirá en su títere para conseguir ser considerada, al fin, una persona capaz de vivir su propia vida sin necesidad de una tutela.


Por Andrea Pelayo Herrera.

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