jueves, 31 de diciembre de 2009

Balance del seminario

José María Perceval, ese hombre que no necesita demasiadas presentaciones en nuestra facultad. Entras en primero y de repente... Perceval. Sí, aquel señor de andares saltarines, ojos pequeñitos, gafas y bigote. Sí, porque ahora lo luce aunque, por lo que se encuentra en Google (impactante), no siempre ha sido así.


Pero más que su aspecto físico, a José María Perceval se le reconoce por sus clases. Sí. Con ella se ha ganado la fama de ser el profesor que todos quieren encontrar al entrar en la Universidad. Ya sabéis, el típico profesor enrollado que ni sufre por las fechas de entrega ni exige unos trabajos infumables llenos de paja que acaben con los árboles de medio planeta. Perceval persigue que se aprenda en sus clases. O que se intente, que se escuche. Y quien no quiera, que no vaya. ¿Para qué?

Perceval no tiene manías. Prefiere ver sus clases de ojos expectantes y por ello se trabaja y prepara cada lección intentando sorprender, ser original. Suele conseguirlo. Busca nuevos métodos, cosa que agradece la gran mayoría de los alumnos ya que 15 años del mismo sistema educativo pueden aburrir a cualquiera, por extraño que parezca (perdonad, acabo de ironizar en honor a Perceval, muy dado en este arte).

De repente... este profesor atípico te habla de moriscos, de sus amigos los americanos o de violencia, como es el caso de este seminario que la relaciona con el best seller del 2009.

Reconozco mi falta de fe, ya en cuarto año de carrera, en la novedad. Sin embargo, este seminario ha conseguido ser novedoso, trascender más allá de la lectura de un libro muy vendido, muy leído y poco profundizado. Perceval ha sido bastante más sutil que todo eso: o es que si leyéramos ahora Millennium veríamos a la misma Lisbeth? ¿Acaso ahora no sería un poco más Langstrump?

Perceval vuelve años después para hacernos pensar, cosa que parece también una novedad en la Univerdad (y tristemente esta vez no soy irónica), mediante sus powerpoints y su lenguaje sarcástico, siempre lleno de referencias a hechos de actualidad que puedan ayudarnos a comprender lo que está sucediendo en realidad.


Ya lo ven, esto debería ser un balance de seminario y sin embargo se ha convertido en un análisis de una figura, la de José María Perceval y sus métodos para formar alumnos críticos. Pero es que alguien duda de que, con otro profesor, este seminario hubiese sido completamente diferente? Sucede lo mismo con Millennium. Acaso alguien lo hubiera leído con tanto entusiasmo sin la carismática, controvertida y rara Lisbeth?


Por Andrea Pelayo Herrera.

martes, 29 de diciembre de 2009

Algunos blogs recomendados

Para más información sobre Millenium, les presentamos otros blogs de este interesante seminario impartido por José María Perceval.


1. http://hackingmillennium.wordpress.com/

2. http://vocesenelaberinto.wordpress.com/

3. http://seminaridactualitat.wordpress.com

4. http://wasp88.wordpress.com

5. http://millenium1052.blogspot.com/

6. lasombrademillenium.blogspot.com

7. http://www.seminariodeactualidad.blogspot.com/

8. http://caminoalaperversion.blogspot.com

9. http://caminoalaperversion.blogspot.com/

10. http://grup6.blogspot.es/

11. http://www.seminariperversio.blogspot.com/

12. http://portatancada.wordpress.com/

13. http://sadistisksvin.blogspot.com/

14. http://criticanegra.wordpress.com/

15. http://www.desmontandomillenium.blogspot.com/

16. http://waspwords.wordpress.com

17. http://millenniumtrilogia.blogspot.com/

18. http://millenniumreflexiones.blogspot.com

19. http://seminaridactualitat.wordpress.com/

20. http://larssonmeponenegro.blogspot.com/

21. http://boiresmentals.wordpress.com

22. http://rebecaperez.soy.es/

23. http://www.respondiendoaperceval.blogspot.com

24. http://boiresmentals.wordpress.com

25. http://traslospasosdelisbethymikael.blogspot.com/

26. http://atrapadoenlapared.blogspot.com/

27. http://losangelesdelarsson.wordpress.com

28. http://meta-metamorfosis.blogspot.com/

Y por supuesto, en breve, más aportaciones en este blog, El rincón milenario, de la mano de Lluïsa Oller, Esther Valenzuela, Cristina Valenzuela y Andrea Pelayo.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Nos faltan ojos

Vivimos en un mundo donde el control social está a la orden del día. Pero no nos engañemos: esto no es una novedad. Históricamente, el poder se ha organizado para tener controlada la población, si bien es cierto que el sistema usado para conseguirlo ha ido variando. Antes que todas estas cámaras de seguridad nos acecharan en espacios públicos y privados, ya existía la policia, surgida como mecanismo para mantener el orden público, aunque también pueda servir para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Con el mismo argumento, los ayuntamientos de nuestras ciudades ocultan en las calles centenares de pequeñas cámaras por las que pasamos decenas de veces al día, la mayoría de ellas sin advertirlo. No puedo continuar tratando este tema de las cámaras sin mencionar el cinismo que mostró el Ayuntamiento de Barcelona al instalar la primera cámara de videovigilancia en la Plaza de George Orwell de la ciudad condal.


No dudo que las cámaras de seguridad cumplen con esta función en algunas ocasiones puesto que, por ejemplo, si se produce un robo y la cámara lo capta, será mucho más sencillo identificar a los ladrones. Pero éste no debería ser argumento suficiente para que las cámaras nos acechen como lo hacen, y más si tenemos en cuenta que muchas de ellas son ilegales o, directamente, inseguras. ¿Realmente alguien cree que se empezaron a instalar por nuestra seguridad? Alguien que haya leído 1984, esa magnífica novela de George Orwell no puede dejar de pensar que no es tan ficcional como pudiera parecer visto lo visto.

Lo grave del asunto es que parecemos inmunes a esta vigilancia extrema. A nadie le asusta que el experimento sociológico que quizás fue en su día Gran Hermano se haya podido convertir en realidad. Son pocos los que protestan contra este control social y esta violación de la intimidad que impone el Estado. Tampoco son demasiados los que sospechan de las nuevas tecnologías. ¿Acaso las redes sociales que existen en Internet no pueden ser una trampa y convertirse en redes de control social sin que apenas nos demos cuenta? ¿No introducimos datos personales en lugares como Facebook que informan detalladamente sobre quiénes somos o dónde nos encontramos?


La obsesión por la seguridad puede convertirse en algo altamente peligroso. Y más, en una población sumisa o ignorante de esos mecanismos de control ¿Qué más puede pedir el Estado? ¡Nos tienen vigilados y ni nos quejamos!


P.S. Puede ser peor. En Reino Unido se han empezado a instalar cámaras en las casas de familias conflictivas. Y para colmo, les faltan ojos...

P.S.2. Pongámosle un poquito de humor de la mano de Polonia en su particular recreación de El Show de Truman.


http://www.youtube.com/watch?v=6FEsYbp-eSw&feature=fvw




Por Andrea Pelayo Herrera

martes, 8 de diciembre de 2009

Libertad vigilada


La intimidad se está convirtiendo, cada vez más, en un bien muy preciado. En otras palabras, está dejando de ser un derecho para convertirse en un privilegio. George Orwell no iba mal encaminado cuando imaginó un mundo en el que la sociedad está permanentemente controlada y es que estamos en todo momento “vigilados”. Estar vigilado no significa que estemos rodeados de cámaras ocultas, precisamente Millennium muestra un mundo en el que cualquier persona con un amplio conocimiento de las técnicas adecuadas puede averiguar lo que quiera de ti. Eso es, para mí, estar vigilado.

Asusta el hecho de saber que todo lo que haces o dices por la red queda registrado y se puede volver en tu contra el día menos pensado. Sin embargo, creo que todo es producto del propio ser humano. Tenemos una actitud controladora inherente, claro está que unos la desarrollan mucho más que otros (a veces demasiado), y esta misma actitud es la que nos hace crear máquinas que controlen por nosotros. Es, por decirlo de algún modo, hacer que las máquinas hagan algo que no está bien por ti. No sé hasta qué punto el siglo XXI se va a convertir en una cárcel de cristal porque es posible que ya estemos en ella y no lo sepamos.

Estamos rodeados de cámaras por todas partes, hay cámaras en los cajeros, en las tiendas, en la calle, en los cines… y en muchos otros sitios que no me quiero ni imaginar (por no hablar de Internet). Películas como El show de Truman ya nos dan una idea de los miedos de la sociedad a ser controlada. Y es que cuando nos sentimos observados no actuamos de manera natural, estamos coaccionados, dejamos de ser nosotros. Así que espero que el mundo no se vuelva una cárcel de cristal porque, si eso ocurre, acabaremos todos paranoicos (yo la primera).

Por Cristina Valenzuela Martín

lunes, 7 de diciembre de 2009

Perfiles: Bjurman. Excesos.

(Atención: este post contiene spoilers)

Rechazo. Asco. Repugnancia. Odio. Probablemente son estados por los que hemos pasado todos al leer Millenium. ¿Hace falta decir respecto a quién sentíamos todo esto?

Sí, tal vez debamos especificar ya que si la trilogía destaca por algo es precisamente por sacar lo peor de la mayoría de personajes. Podríamos sentir repulsión por Martin Vanger, sí. De hecho, nos pasamos todo el primer libro buscándole, siguiendo las pistas frenéticamente junto con Lisbeth y Mikael. Casi queremos entrar en el libro para que la investigación se acelere y podamos coger a ese violador en serie cuanto antes, mejor. Son demasiadas las víctimas y son demasiado frágiles los motivos: Martín es, simplemente, un enfermo que sigue la tradición de su padre, otro enfermo.

Pero Martin es sólo uno más de los depravados que copan Millenium. Para mí, Nils Bjurman se lleva la palma al tratarse de un trabajador social. Eso hace que su papel sea todavía más repugnante ya que la tutela de muchos niños y niñas queda en mano de estos trabajadores. Stieg Larsson jugó con la sensibilidad del lector en este punto, nos llevó al límite, nos volvió a hacer pensar que esto podía estar pasando de verdad.

Nils Bjurman me repele desde todos los puntos de vista. Evidentemente, Larsson se encargó de que físicamente ya fuera un personaje desagradable. Pero en el momento que empiezas a conocerle, el hastío es mayor. Llegas a sentir el contacto de la mano de Bjurman sobre la cabeza. Sientes ira hacia Bjurman en la primera violación a Lisbeth. Pero sin duda, la segunda violación es todavía más terrible. Brutal. Lamentable. Es casi imposible no entender la venganza que planeó Lisbeth. Asco. Rabia.

Bjurman se aprovecha de su posición para atar a Lisbeth, para privarla de toda libertad. Pero no sólo eso: Bjurman la infravalora. Cree que acabará con ella, que la someterá a sus deseos. Pero Lisbeth es mucho más lista que eso y conseguirá dominar la situación gracias al vídeo de la segunda violación, que mantendrá la boca cerrada a Bjurman y que le convertirá en su títere para conseguir ser considerada, al fin, una persona capaz de vivir su propia vida sin necesidad de una tutela.


Por Andrea Pelayo Herrera.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Perfiles: Plague, un tipo poco corriente


Casi no sale de casa, se alimenta de comida basura, goza de un peso considerable (está muy gordo vaya…), vive en una especie de agujero casi sin respiración, en unas condiciones que, cualquier persona mínimamente normal, encontraría inhumanas. ¿Adivináis quién es?





No… podría ser él, pero no estamos hablando de Los Simpson, estamos hablando de Millennium, y de Plague concretamente.

Plague es difícil de definir en la saga de Stieg Larsson. Su personaje no es, ni mucho menos, de los más importantes. Sin embargo, aparece en los tres libros aunque sea mínimamente. Lisbeth lo describe como un tipo raro, pero que siempre está ahí, aunque siempre te pide algo a cambio. Se nos presenta como un ser asocial y un hacha en lo que se refiere a temas informáticos. Es un hacker más de la red de la que Lisbeth también forma parte.

A lo largo de la historia, Salander le pide varios favores a Plague. Favores que, claro está, soluciona por la red, puesto que nunca sale de casa, incluso pide la comida (Fast food, cómo no) por teléfono o por Internet para que se la traigan a casa. Vive en una especia de zulo, una pocilga que debe de hacer años que nadie limpia. Plague es un personaje que me llama la atención porque da una imagen de los hackers un poco estereotipada. Ser hacker no implica, necesariamente, estar en mala forma física (por decirlo de manera fina) y ser un asocial. O al revés, el caso de Salander, vestir de forma extravagante y estar extremadamente delgada. No obstante, no es la primera vez que se nos describe a este colectivo destacando algún rasgo físico que le hace ser o parecer diferente y rechazado por la sociedad. Millennium tiene muchas cosas innovadoras, pero cae en algunos estereotipos demasiado típicos en muchas otras novelas y películas.

Por Cristina Valenzuela Martín

lunes, 30 de noviembre de 2009

Una nueva mirada al mundo

En su trilogía Millenium, Stieg Larsson hace temblar todos los cimientos que, aún hoy, algunos podrían seguir considerando inquebrantables. Vivimos un momento y en un país asediado por los casos de corrupción y mentira a nivel político y social (sólo cabe ver el indigno caso Millet) así que no es ninguna sorpresa que el libro trate este tema ya que es completamente actual (y, a su vez, tristemente, completamente histórico). Lo que resulta interesante de Millenium es el enfoque: Larsson parece comprender la ineficacia de los políticos gracias a la falta de medios para luchar contra el mal. Yo no me atrevería a afirmar tal cosa y atribuiría más bien la falta de eficacia a la ausencia total de voluntad de mejorar la sociedad a la que gobiernan.


Además, el libro es capaz de cuestionarse hasta qué punto la moral predominante es la adecuada ya que con ella sólo se consiguen crear víctimas del sistema, eternos apestados que la sociedad jamás llegará a integrar.


Considero que lo que propone Stieg Larsson es una nueva forma de mirar. El autor sueco propone olvidar los conocimientos previos y observar de una manera nueva lo que sucede a nuestro alrededor. Larsson parece distinguir entre dos tipos de mal: el brutal, el injustificado, y el mal que, muchas veces, tiene un motivo detrás. Este segundo es el que acecha a Lisbeth, víctima del sistema y del rechazo social. Lisbeth actúa de una forma totalmente cuestionable. Pero lo hace por una razón, y eso parece exculparla. El mal verdadero es irracional y gratuito pero existe otro tipo (el que deriva, por ejemplo, en una actividad delictiva como hacker o como violenta agresora contra los otros malvados) que es, en cierto modo, justificable.


Lo que también parece evidente en la trilogía es que Larsson, periodista además de escritor, tiene mucho que decir sobre los medios de comunicación. Posiblemente por su propia experiencia profesional o la de algunos compañeros, Larsson se muestra desconfiado con el funcionamiento de los medios, harto de titulares sensacionalistas y artículos sin documentar que son sólo un obstáculo más de la sociedad para esas personas que, como Lisbeth, tienen todas las puertas cerradas.




Por Andrea Pelayo Herrera

domingo, 29 de noviembre de 2009

Mundo corrupto, sistema corrupto

Estoy en parte de acuerdo con la definición de Mario Vargas Llosa sobre Millennium, especialmente cuando habla de que, en el libro, Suecia aparece como la sucursal de infierno, en la que se ha expandido una pandemia de corrupción en proporciones desmesuradas. Cuando lees el libro de Stieg Larsson, llega un momento en el que te empiezas a cuestionar hasta qué punto no estamos controlados continuamente, te planteas tu seguridad cuando estás navegando en tu ordenador o haciendo cualquier otra actividad cotidiana. En mi opinión, la visión de Larsson es un poco exagerada, pero es que no debemos olvidar que se trata de ficción. Es normal que en un libro, o en una trilogía en este caso, se condense todos los hechos para hacerlo atractivo. El lector debe aprender a extrapolar lo que lee, claro está que casos como los de Lisbeth debe haber, pero no a borbotones (espero).

La primera cuestión que se nos ha planteado, sobre quién va a gestionar la información, es difícil de responder. La información que sobrepasa los límites de la ley no es precisamente sencilla de encontrar. En Millennium, Lisbeth es una más dentro de una especie de mundo de hackers que controlan la información en el mundo, o al menos en el mundo de la red. Pueden acceder a tu ordenador en menos de cinco minutos, y saber qué haces y cuándo lo haces. No puedo responder a la pregunta sobre quién va a gestionar la información porque, sea quién sea, no creo que lo sepamos nunca abiertamente.

Sobre quién va a defender al ciudadano frente a los que intentan violar su intimidad, creo que la respuesta es que cada ciudadano deberá defenderse a sí mismo. Es difícil defender a una persona de alguien que no sabemos quién es. Llega un momento en el que tu te tienes que hacer cargo de tus derechos porque no sabes si quien dice defenderte es de fiar o no. Precisamente, en Millennium la policía no sale demasiado bien parada y, en teoría, es la institución encargada de velar por la seguridad y los derechos de todo ciudadano... en teoría. Si en la misma policía la corrupción aparece como el pan nuestro de cada día, ¿qué cabe esperar de cualquier otra institución o persona?

No creo que Larsson se proponga nada en concreto. Más bien creo que, a medida que iba escribiendo sus libros, se dio cuenta de lo deteriorado que está el sistema en general. La política, la policía, el periodismo... todo en general, todo lo que comporta la moral necesita ser renovado, pero no es algo que esté en nuestras manos. Si Larsson se propone algo, es probable que sea una utopía.

Por Cristina Valenzuela Martín



Perfiles: Erika Berger, mujer

Miedo me suelen dar las adaptaciones cinematográficas de libros que me han gustado. Era el caso de Millenium. Temía ver a esos personajes que mi mente había trazado tan bien en mi pantalla de ordenador. Y de repente... ¡zas! El mayor chasco, el del personaje, para mí, más atrayente de la saga, dejando a un lado a la siempre complicada Lisbeth.

Erika Berger se presentaba en los libros, como ha dicho Cristina, como un modelo de sofisticación y pasión por su trabajo. Si bien ésta era la idea inicial, tercera escena del film, primera decepción. Tremenda decepción.

Al leer Millenium, imaginé a Berger de una forma completamente diferente a como se presenta en la película. No sabría definirlo con exactitud. Berger era, simplemente, una señorita distinguida, con gusto, elegancia, atractiva y, sobre todo, inteligente. Una mujer con ideas propias, como se demuestra en el tercer libro. Una mujer fuerte, valiente, moderna, independiente. La típica mujer que nadie sabría decir qué tiene pero que, sin embargo, resulta extrañamente atrayente.


Pero en la película Erika Berger es... algo así como un cavallot sufrido, excesivamente sufrido, diría yo. Erika Berger debía ser un alma libre que sólo tiene un punto débil: Mikael. Sin embargo, debía ser también lo suficientemente inteligente como para jamás rebajarse ni salir corriendo tras él, cosa que sucede en la película con un dramatismo inusual y absurdo para un personaje complejo como es la señorita Berger, periodista inegral. Mujer integral.


Evidentemente, en el primer film apenas se aprecia su presencia, otro motivo para criticar esta primera adaptación al séptimo arte de los libros de Millenium. Para mí, el personaje de Berger sostiene gran parte de la trama ya que es el mayor apoyo de Blomkvist. ¿Dónde queda eso en el film?



Más allá de las comparaciones... Erika Berger es toda una mujer. Mujer exquisita, refinada, dura de roer. Mujer trabajadora, entregada, luchadora. Mujer con todas las letras.




Por Andrea Pelayo Herrera

martes, 17 de noviembre de 2009

Perfiles: Erika Berger, la pasión sofisticada.


Erika Berger y Mikael Bloomkvist son una pareja singular. Berger es una periodista comprometida con su trabajo, responsable y felizmente casada. Sólo tiene un punto débil, y ese es Bloomkvist. Hace muchos años que se conocen y trabajan juntos; ambos se casaron y contaron a sus parejas la atracción sexual que sentían el uno por el otro. El marido de Erika lo entendió y, de hecho, ella le llama cada vez que va a pasar la noche con Mikael. Sin embargo, la mujer de Mikael no supo llevarlo tan bien, y acabaron divorciándose.

Definir a Erika Berger es complejo, como todos los personajes de esta saga. En el libro es descrita de forma intermitente, en cada capítulo del primer libro se nos esboza un poco más el personaje. Algunas de las alusiones de su perfil son las siguientes:

Berger es una chica de clase alta, de madre sueca y padre belga residente en Suecia.

Era valiente, salía descaradamente bien en pantalla y sabía como hacerles frente a los canales de la competencia.

Mostraba una extrema sensibilidad y mantenía la cabeza fría en todo momento. Era la mejor jefa imaginable.

Físicamente, no se describe a Berger con la misma exactitud que a Salander. Se intuye que es una mujer rubia, alta y delgada, elegante y de buenos modales. Digamos que es en su relación con Mikael cuando saca la Erika pasional que lleva dentro y tanto ella como Mikael lo saben, y tienen asumido que lo suyo no es amor, es puro sexo, acompañado de cariño, amistad y afinidad. De hecho, su relación ya empezó así, en menos de una semana desde que se conocieron ya se habían acostado en varias ocasiones.


Ya más adelante, cuando avanzamos hacia los siguientes libros, apreciamos que Berger es una mujer con principios y con mucho carácter, como demuestra cuando deja Millennium para irse al diario de más tiraje de Suecia. Tiene numerosos problemas en su nuevo empleo y sus principios no la dejan actuar con cierta objetividad, por lo que acaba volviendo a su antiguo puesto de jefa en Millennium.

Se podría definir a Erika Berger como una mujer atractiva, con principios, líder, pasional e impulsiva. Una especie de mezcla extraña para una chica de clase alta y refinada como es definida en un principio. A lo largo de los tres libros, descubrimos al personaje que es quizá, junto a Lisbeth Salander, uno de los personajes que más evoluciona a lo largo de la historia.

Por Cristina Valenzuela Martín

domingo, 8 de noviembre de 2009

Perfiles: Pippi se hace mayor

Parece que en suecia son expertos en crear a personajes extravagantes y, porqué no decirlo, raros. Pero todos ellos tienen algo en común, atraen a la sociedad. Primero fue Pippi Långstrump y ahora Lisbeth Salander.
















Es difícil definir a Lisbeth, para ello voy a hacer uso de un párrafo del primer libro, que la describe físicamente:

Tenía veinticuatro años pero aparentaba catorce. Una boca ancha, una nariz pequeña y unos prominentes pómulos le daban cierto aire oriental. Sus movimientos eran rápidos y parecidos a los de una araña; cuando trabajaba en el ordenador sus dedos volaban sobre el teclado. Su cuerpo no era el más indicado para triunfar en los desfiles de moda, pero, bien maquillada, un primer plano de su cara podría haberse colocado en cualquier anuncio publicitario. Lisbeth era pelirroja, pero se había teñido de negro azabache. Solía dar la impresión de que se acababa de levantar tras haber pasado una semana de orgía con una banda de heavy metal.

Me ha parecido oportuno citar este pasaje del libro porqué, gracias a él, identifico en muchos aspectos a Lisbeth Salander con Pippi Långstrump. Como bien se dijo en clase de J.M Perceval, las referencias de Långstrump utilizadas por Larsson en sus libros son notables. Lisbeth es pelirroja, es una chica de apariencia anoréxica pero tiene una gran fuerza e ingenio, viste de manera peculiar, tiene muy pocos amigos (dos o tres contados), es rebelde a todo convencionalismo, tiene un gran espíritu de contradicción y es sueca. Si quitamos la palabra “Lisbeth” de ésta definición bien podríamos estar hablando de Pippi Långstrump. Andrea hace una comparación entre Matilda y Lisbeth, yo la hago con Långstrump, creo que el personaje de Larsson es un popurrí de los personajes más extravagantes que conocemos.

Para mí Lisbeth es capaz de lo mejor y de lo peor. Tiene unos principios muy marcados y no se sale de sus esquemas, lo recuerda todo y a todos los que le hacen daño. Recuerdo muchos momentos en el libro en los que se queda con el nombre de algún personaje para vengarse de él algún día. Su infancia marca, en cierta manera, la desconfianza que tiene en todo el mundo y lo poco comprendida que se siente. Su misión en la vida es sobrevivir a todas las situaciones adversas que se le presentan, y sobrevivir sin ayuda, porque ha estado siempre sola y le da miedo depender de alguien. Es uno de esos personajes que cuanto más raros son, más te gustan y ésa es la gracia de Lisbeth, cuanto más bruta es, más ganas tienes de continuar leyendo.

Por Cristina Valenzuela Martín



sábado, 7 de noviembre de 2009

Perfiles: Una Matilda del siglo XXI

Nacida en una familia violenta y desestructurada, Lisbeth actúa en una eterna contradicción: pasa de un estado increíblemente racional a uno increíblemente salvaje en cuestión de segundos. Sin embargo, la vida de Lisbeth la obliga a aprender autocontrolarse si no quiere vivir encerrada, cosa que no siempre consigue. Lisbeth quiere venganza. Lisbeth siente odio demasiado a menudo.

En cierta manera, podemos tener muchas referencias anteriores para hacernos una imagen de Salander (la mía no acaba de corresponderse con la de la actriz, Noomi Rapace, escogida para interpretarla en la versión cinematrográfica). La que más se me parece es Matilda, ¿la recuerdan?. Lisbeth Salander también es una chica especial, con un grave problema de incomprensión por parte del mundo que la rodea. Menuda, casi raquítica, inteligente, ávida, brillante, con una memoria prodigiosa, Sally tan sólo reacciona ante un mundo que no la deja ser quien es. Este hecho, para muchos lectores, se convierte en un atenuante de sus acciones pero no en una exculpación.

Evidentemente, Lisbeth no tiene, como Matilda, poderes telequinéticos. ¿Pero alguien creen que le hacen falta? Dicen que la capacidad de actuación de algunas personas, por poca fuerza que tengan, en una situación extrema puede sorprender. Salander es lo que vulgarmente conoceríamos como una tirillas. Pero sabe defenderse. No ha aprendido a hacerse valer. Nadie se ha interesado verdaderamente por ella. No la respetan. Pero la temen. La temen porque es rápida, viva, vengativa y no tiene nada que perder. Se arriesga, corre, mata si es necesario. Pero valora su vida y, por ello, lucha siempre entre su primer impulso, que es el de sed de venganza, y su cabeza, que funciona como revulsivo ante instintos primarios en un veloz análisis de consecuencias.

Lisbeth es una Matilda del siglo XXI pero no cambia libros por ordenadores. Ella, simplemente, utiliza las dos cosas. Se presenta como una de las mejores hackers del mundo y se vale, también, de compañeros virtuales que la puedan ayudar sin juzgarla. Existe verdadero cariño tras la pantalla. En los inexpresivos ojos de Lisbeth debía reflejarse cierta sonrisa torcida cuando llegaba la información de sus colegas. Una sonrisa no de agradecimiento entre amigos sino una especie de: sabía que lo conseguirías. La independencia y el afán de superación son las mejores aliadas de Sally. Tal vez sea eso lo que más me atraiga de este personaje, también icono del feminismo. Pero en este punto, lanzo una pregunta al aire. ¿Lucha Sally por las mujeres o sólo por sí misma?

En algún momento podríamos pensar en Lisbeth Salander como un Robin Hood actualizado. Sin embargo, el príncipe de los ladrones era un justiciero para las masas. El caso de Salander es sustancialmente diferente. Salander también busca justicia por su cuenta, sí. Pero no tiene la conciencia social que podía tener el héroe de los bosques. Sally es egoísta (probablemente porque la han convertido en el ser complejo y desconfiado que es) y tan sólo busca sobrevivir en un mundo en que ella, la más fuerte, es tratada como alguien débil y mísero.


Por Andrea Pelayo Herrera.

Inicio de la serie Perfiles

Mientras uno lee Millenium tiene la sensación de estar en continuo estado de expectación. ¿Qué pasará ahora? ¿Qué más puede suceder? Y parece que cuando acaba la trilogía, la historia está tan atada, tan cerrada, que logramos entender todo lo que han vivido esos personajes tan increíbles. Pero... una vez dejamos reposar este thriller, empiezan las dudas. No acerca de cómo se consigue resolver la novela. No. Dudas sobre quiénes eran realmente esos personajes con los que, en algún momento, nos hemos podido llegar a identificar.


Aquí empieza un intento, en forma de serie de Perfiles, de descifrar lo que hay en las entrañas de los personajes más impactantes de Millenium. Empecemos con Lisbeth Salander.

martes, 3 de noviembre de 2009

¿Y tú? ¿De qué tienes miedo?

El martes pasado en el seminario que da J.M Perceval, estuvimos viendo una tabla en la que se mostraba la evolución de la violencia en Occidente desde 1300 al 2000. Es decir, con características generales, vimos cómo había evolucionado. De toda la tabla, me fijé especialmente en la última frase que había en el último cuadro del siglo XX. En él había escrito: Aumento de la violencia en la escuela (años 90). Me llamó la atención porque no hace mucho estuve recordando mis años en el instituto y me vino a la mente un episodio que ocurrió entre compañeros de clase que por aquel entonces no tuvo mayores consecuencias pero que desde no hace mucho tiene un nombre: bullying.

Aunque el término sea relativamente nuevo, está claro que el concepto no lo es. Y más si nos fijamos en que la tabla mostraba la evolución de la violencia desde el año 1300. Al pensar en el bullying no pude evitar que me viniera a la mente Cobardes, la película que hicieron José Corbacho y Juan Cruz. Leí el argumento el día que la vi, y creo que la vi porque me gustó mucho como estaba escrito el argumento. El miedo era el nexo de unión entre todos los personajes. Y el miedo es algo que conocemos, que conozco y por eso lo busqué, para volverlo a leer: La película cuenta la historia de Gaby, un chaval de catorce años que tiene miedo a ir al colegio. Tal vez su miedo sea a causa de Guille, un compañero de clase, que por su parte tiene miedo a defraudar a su padre. Pero los padres de Gaby y Guille también tienen miedo. Joaquín, el padre de Gaby tiene miedo a perder su trabajo y Merche, su madre, miedo a que su familia se desmorone. Guillermo, padre de Guille, tiene miedo del poder que le envuelve y Magda, su madre, miedo de no conocer a su propio hijo.Y después está Silverio, el dueño de la pizzería, que no le tiene miedo a nada. Bueno tal vez a Dios. ¿Y tú? ¿De qué tienes miedo?.
Por Lluïsa Oller

¿Lo importante es participar?

Según el diccionario esencial de la lengua española, el deporte es la actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas. Algunos aseguran que el deporte promueve la salud mental y puede aliviar las hostilidades naturales, la agresividad y la competitividad. ¿Eso es así realmente?

Hay distintas categorías de deportes en las que podríamos incluir el deporte educativo y recreativo, cuya finalidad es la diversión y el pasatiempo. Pero yo quiero centrarme en otro tipo de deporte: el deporte competición-espectáculo. Este deporte tiene como finalidad el triunfo. Pero no sólo eso, sino que va unido a otros factores, ya sean económicos, políticos, sociales, que lo convierten en el centro de atención, desplazando a los anteriormente citados en cuanto a su trascendencia social. En este caso, el deporte es materia de reflexión sobre la conducta agresiva y violenta.

La violencia en el futbol no es algo nuevo. ¿Acaso sirve para descargar adrenalina? Puede ser. Lo que está claro es que los gritos, los insultos y las peleas en las gradas son "normales". Cada uno es de un equipo y el rival es el enemigo. Aquí ha quedado atrás el famosos "lo importante es participar" que me decían mis padres cuando iba a jugar a algo con mis amigas. "Lo importante, lo que cuenta, es ganar". ¿Y si no se gana, deportividad? Unos se lo tomarán bien, otos... bueno, otros no tanto. Lo que está claro es que no se trata sólo de un juego.
Por Lluïsa Oller

Evolución violenta

Pensaba que nunca más cogería mis apuntes de Relaciones Internacionales, pero me equivoqué. Y es que recuerdo que en el tema de las tradiciones de pensamiento (o de paradigmas quien sabe) había una había que englobaba muy bien lo que quiero plasmar aquí sobre la violencia.

Sí, ya la tengo. Se trata de la tradición de pensamiento hobbesiana. Describía las Relaciones Internacionales como un estado de guerra de todos contra todos. Los estados siempre están en conflicto. Y eso, sinceramente, viendo el cuadro que nos pasó el señor Perceval hace ya dos semanas (oh, dos semanas y aquí siempre al límite actualizando el último día) creo, afirmo y demuestro que puede extrapolarse a la humanidad en general.

Del S.XIV al S.XX , en todas las casillas existe violencia. Es tal la justificación de la violencia o la asimilación de la misma que en el SXIV se veía peor el robo que le asesinato. Dos siglos más tarde, se inventa el duelo para reglamentar la violencia igual que pasará en el SXVIII con el Boxeo.

Aunque ha podido ir disminuyendo en algún momento, la violencia siempre ha existido y siempre existirá porque des de que se tiene constancia, el hombre siempre quiere lo que tienen los demás y, los puños o las guerras son la manera de conseguirlo.

Lo que ha cambiado es la manera de ejercerla. Si como ya decíamos hace unas semanas siempre ha habido violencia de género, lo que no siempre ha habido (o al menos no tan acentuadas) son las faltas de respeto de jóvenes a maestros, padres o cualquier adulto. La falta de autoridad se ha convertido en violencia descontrolada de jóvenes aún sin personalidad que, si no se paran a tiempo, se convertirán en matones de barrio sin un futuro.

Esto se debe a que no sólo la forma de ejercer violencia ha cambiado en los últimos siete siglos, sino también la sociedad que se ha vuelto más permisiva dando el poder a los más jóvenes y menos preparados para ejercerla.
Por Esther Valenzuela

Violencia deportiva

¿Podemos considerar el deporte violento? ¿No deberíamos decir que son violentas algunas de las personas que practican deporte? Como bien dijo mi compañera Cristina, la definición de deporte de por si no incluye ninguna referencia a actos violentos, en cambio, no es raro ver escenas agresivas en cualquier deporte (sobre todo en partidos de futbol, ya que si es el deporte rey, lo es para todo).

Esto se debe a que el ser humano tiene instintos violentos que no sabe como canalizar y, a veces, cuando lo intenta a través de la actividad deportiva no lo consigue y su fuerza se desmadra. Ya en el siglo XVII se inventaron los duelos para canalizar la violencia. Le siguió el boxeo, considerado por muchos como un deporte tremendamente violento.

Lo mismo sucede con las artes marciales. Y nada más lejos de la realidad ya que estas técnicas de origen oriental se sustentan en la filosofía y están destinadas a alcanzar la paz y el equilibrio.
Ahora bien, como ya he dicho las personas si son violentas y el deporte en manos de personas violentas se vuelve violento. Tan simple, pero tan difícil. Para estas personas agresivas el deporte es una válvula de escape mal utilizada que desprende lo peor de las personas por culpa de la competitividad, el afán de superación y el querer quedar por encima del rival sea como sea. Para muestra, un sangriento botón.
Por Esther Valenzuela

domingo, 1 de noviembre de 2009

Siete siglos de violencia

Siete siglos. Dicho así cualquiera podría tener la sensación de que es poco tiempo. Siete... siglos. Es decir, 700 años. 255.500 días. 6.132.000 horas. No exagero. ¿Es que alguien, viendo el cuadro de la evolución de la violencia tiene alguna duda sobre si ha existido un sólo día en que la humanidad no se haya odiado?

De la observación del cuadro se desprende alguna otra sensación, más allá de la tristeza y el desasosiego. Aparte del primer pensamiento (¿formo parte yo de esta humanidad violenta?) una piensa que todo, incluída la violencia, tiene un por qué, un motivo detrás que justifique de algún modo tanta batalla.

¿Existe un motivo para derramar tanta sangre? Bien, a lo largo de los siglos parece que los humanos hemos ido inventando excusas para atacarnos los unos a los otros. Entre los siglos XII y XVI, los niños y jóvenes crecían rodeados de violencia, por lo cual no era de extrañar que su comportamiento posterior siguiera este patrón. Tengamos en cuenta que, en este momento, el robo estaba peor visto que el asesinato.

Poco a poco, por suerte, fueron apareciendo figuras como la de Erasmo de Rotterdam que dieron al adjetivo humanidad un sentido intentando civilizar a la población. En este siglo XVI cae toda violencia, tanto el infanticidio, antes aceptado y ahora criminalizado, como el resto de asesinatos, debido, especialmente a los avances de la medicina. ¿Cómo saber si los humanos empezábamos a civilizarnos realmente o era la técnica la que impedía más muertes?

Realmente, la humanidad apuntaba algunos cambios como la reducción de la violencia al 10 por 100000 pero... a la vez, se sucedían actos de control que llegarán hasta nuestro siglo con otras formas. Primero, el control de la sexualidad (sin duda, eje de gran parte de la violencia) y luego, el control estatal con la aparición de la vigilancia policial y su característica represión no tanto sólo a los insurrectos sino a quien se oponga al status quo del Estado.

En todo este proceso de cambio y, de facto, de reducción de la violencia, parece que la educación ha tenido mucho que ver, motivo por el que debería ser el eje central de cualquier gobierno que realmente busque una sociedad civilizada. No obstante, la humanidad jamás ha saciado su sed de violencia y ha necesitado, si no practicarla, leerla, en el siglo XIX con la aparición de los diarios sensacionalistas o en el siglo XX con la novela policiaca , género que siempre encuentra buena acogida. Lo oscuro, lo negro, lo que atañe a los instintos más irracionales del hombre parece que no pasa de moda jamás y siempre encontrará un método de expresión, atractivo a los ojos de las masas.

Por Andrea Pelayo Herrera.

Violencia ayer, hoy y siempre

Y Méjico se lleva la palma. El país del tequila se sitúa como el más violento del mundo con un porcentaje de 60 casos de violencia por cada 100 mil. Colombia le sigue muy de cerca y, más alejadas de la tabla, encontramos a Rusia y Estados Unidos. Estos países son ahora los que registran un índice de violencia más elevado pero la evolución de la violencia den occidente no siempre ha tenido a estos países como protagonistas.

Entre los siglos XIV y XVI, la violencia era vista como algo necesario e incluso estaba mejor considerada que el robo (hoy esta afirmación sería categorizada por algunos de aberración). No fue hasta el siglo XVI cuando se creó la policía y empezaron a castigarse los asesinatos con la pena de muerte en Francia y Gran Bretaña. También en este periodo encontramos represión sexual, cosa que acentúa los actos violentos. Los siglos XVII y XVIII se caracterizan por el aumento de la violencia hacia las mujeres, en este periodo también encontramos las ya conocidas persecuciones de brujas y la prohibición de danzas y fiestas. Llega un momento en que la violencia se convierte en una cuestión de estado y se empieza a controlar mediante una vigilancia policial más elevada y la educación escolar y militar. En el siglo XIX se categorizan distintos tipos de violencia (nacionalista, anarquista…) y se ejerce dicha violencia en grupos, mayoritariamente. Llegamos al siglo XX, los conceptos de inseguridad y peligrosidad hacen eco en la sociedad y resurgen las bandas en las grandes ciudades, primero americanas, después, europeas y al resto de países mínimamente desarrollados. Con el baby boom se incrementa la violencia, consecuencia lógica: a más personas, más violencia ya que habrá más personas para ejercerla. A continuación tenemos una tabla que relaciona la tenencia de armas con el homicidio, el suicidio y los accidentes en algunos de los países más representativos de violencia en el mundo.

Una vez vista la evolución de la violencia, saco unas cuantas conclusiones de ello: que la violencia ha existido siempre; que violencia y sexualidad están estrechamente ligadas, sobre todo la represión de la sexualidad de un colectivo de la sociedad (la represión genera violencia); que la creación de la policía es un intento, no fructífero, de acabar con la violencia, aunque en países como Méjico haya más violencia en los cuerpos policiales que en la propia población, de lo que deducimos que la policía se ha contagiado de actos violentos; que el Estado ha intentado frenas la espiral violenta pero, como casi todos los mecanismos que pretenden acabar con ella, ha fracasado; que la inseguridad y la marginalidad son conceptos que quizá no existirían sin la violencia; que cada vez se es más violento más pronto y, por último, creo que la violencia es algo inherente a las personas, todos tenemos un “yo violento”. La diferencia es que hay personas que saben controlarlo y personas que no saben o no pueden.

Por Cristina Valenzuela Martín

jueves, 29 de octubre de 2009

El deporte es un juego… ¿o no?

El ser humano se muestra violento en todo tipo de ámbitos de la actividad humana, ya sea en relaciones personales, laborales, familiares, políticas… por lo tanto, no deberíamos estañarnos de que el deporte se englobe en una de ésas actividades. En numerosas ocasiones me he planteado si el deporte es agresivo en su naturaleza. Si buscamos la definición de deporte en el diccionario, no aparece en ningún momento nada relacionado con la violencia, sin embargo, aparecen otros términos que suelen ir ligados a comportamientos agresivos que, sumados a la descarga de adrenalina, pueden resultar violentos, hablamos de términos como competición, sujeción a las normas, placer o ejercicio físico.

Después de reflexionar un rato sobre cómo influye la violencia en el deporte me han venido a la cabeza deportes como el boxeo, la lucha libre o el karate, y me he dado cuenta de que he llegado a la misma conclusión que mi compañera Andrea: no entiendo el supuesto placer que proporcionan esta tipo de deportes a aquellos a los que lo practican. Entiendo que la competición genere, en momentos de calentamiento, comportamientos violentos en deportes como el futbol, el baloncesto o el tenis (el caso del tenis es curioso porque lo pagan siempre con las raquetas –recuérdese a John McEnroe-, gajes de no jugar en equipo supongo) que, a priori, no se basan en una actividad violenta ni requieren contacto físico con otra persona sino que su objeto es el balón o la bola. Entiendo que el hecho de que haya normas en un deporte implica que no todos las sigan, cosa que puede desembocar en actos violentos, nuevamente. Entiendo también que, biológicamente hablando, hacer deporte provoque alteraciones en las hormonas y que, por consiguiente, se pueda llegar a perder cierto control sobre tu cuerpo. Pero no entiendo que un deporte se pueda basar en la violencia, porque, para mí, el deporte se basa en un juego.

Es cierto que las disciplinas como el karate o el judo van más allá de actos violentos y se basan en un trasfondo espiritual, que juega con las emociones y con la defensa del contrario, yo no discuto eso. De hecho no tengo clara la distinción entre un deporte que genera violencia y uno que no (porque todos pueden llegar a generarla de un modo u otro), pero cada vez que veo a un niño que confunde el judo con dar patadas al contrario sin ton ni son me hago la misma pregunta: ¿No será que deberíamos separar los deportes que se basan en un juego de los que no y llamar a estos últimos de otra forma?

Por Cristina Valenzuela Martín

domingo, 25 de octubre de 2009

El fin no justifica los medios

Esta semana hemos podido confirmar que la violencia es una constante en la historia de la humanidad. Nos hemos formado entre charivari, duelos, infanticidios, brujas, panópticos, ejércitos y rebeldes sin causa. ¿Pero es el ser humano violento por naturaleza?


Sin duda, parece que, al menos, algunos sí lo son. Patológicamente o instintivamente, en una situación de peligro, con lo difícil que resulta establecer cuándo la vida humana corre peligro de verdad y, por lo tanto, cuándo está justificado este tipo de violencia.


Creo que muchos estaríamos de acuerdo en afirmar que hay situaciones en que nos dejaríamos llevar por nuestra naturaleza más salvaje y usaríamos la violencia como método de represión y de castigo ante una amenaza externa. ¿Pero es sólo eso? ¿No tiene la violencia algo de descarga?


A lo largo de la historia, muchos se han sentido atraídos por la lucha como método de liberación. Controlada, esta violencia recibe incluso diversos nombres: boxeo, full-contact, lucha libre, kick-boxing... Nombres de competición, nombres de deporte.


Alguien que teme el dolor físico como yo, nunca entenderá el placer de golpearse hasta sangrar o hasta quedar fuera de combate. Alguien a quien le asusta y duele en un mismo nivel ese dolor ajeno –recordemos, voluntario- no podrá sentarse jamás en una butaca frente a un ring en directo.

Alguien como yo, verá Million Dollar Baby y sentirá miedo por la vida de Mo chuisle; derramará una lágrima cada vez que vea a De Niro romperse en Raging Bull o se tapará los ojos en algun determinado momento de la oscarizada The Wrestler. Alguien como yo verá esas películas con cierto masoquismo, obligada por su cinefília y por unas grandes críticas. Y las verá con sufrimiento y sin entender muy bien por qué las está viendo. ¿Será eso la violencia en el deporte? No saber por qué lo haces, caer, triunfar y acabar derrotado. No puedo creer que se acabe de otra manera.


Muchos creen que los deportes violentos son una forma rápida de ganar dinero, como lo ha sido el ejército durante muchos años. Pero ¿alguien piensa realmente que algún soldado se siente bien al disparar su arma? ¿De verdad alguien es totalmente consciente de lo que está haciendo cuando da un último gancho de derecha?


No quiero dar a entender que los deportistas que practican estas actividades sean unos descerebrados. Lo que digo es que, tal vez, la mayoría de ellos no tuvieron otra alternativa que dedicarse a eso. Me temo que, probablemente, la que expongo sea una perspectiva muy simple –y muy esperanzada por otro lado- de lo que son deportes como el boxeo.

“Hay magia cuando sigues luchando más allá de tu resistencia. La magia de darlo todo por un sueño que nadie más ve a parte de ti.” Million Dollar Baby.


¿Y si no lo veo? ¿Y si hay algo más que pura violencia detrás de todos estos deportes? Evidentemente, todos ellos tienen una técnica detrás. Está claro que puedo admirar esa técnica, ese retroceso para que no te golpeen, esa protección continua. Pero no logro entender el objetivo. Para mí es un caso claro de “El fin NO justifica los medios”, si el fin es entretenerse o practicar deporte y los medios son los puños y las patadas.



Por Andrea Pelayo Herrera

martes, 20 de octubre de 2009

(Re)violencia

Antes de responder a la nueva pregunta que nos ha planteado J.M Perceval, he pasado por este blog para ver la opinión de mis compañeras. Generalmente, aunque tengamos que hacer comentarios del mismo tema, cada una tocará un punto de ese tema que a otra ni se le habrá pasado por la cabeza, eso hará que cada una de nosotras aportemos algo distinto a lo que se nos pide, teniendo distintas visiones de lo mismo. Respecto al tema de esta semana, la violencia de género, nuestras opiniones no pueden ser dispares. Es algo de lo que hemos tratado en muchas ocasiones y de muchas formas distintas, y para no repetirme aportando datos que ya han dado mis compañeras, he decidido quedarme con una idea del texto de cada una de ellas que yo, previamente, había tratado en mi comentario.

Cristina se ha centrado en el hecho de que la violencia de género ha existido siempre, está claro que no es algo nuevo. Aún así, parece que haya aumentado porque es ahora cuando más casos salen a la luz. Eso es debido a que las mujeres se rebelan más contra la violencia estructural. Relacionado con esta idea, Andrea nos plantea una pregunta muy interesante que pone de relieve el papel de los medios de comunicación, la sobreexposición que se hace ahora del tema. Hay una gran cantidad de campañas en contra de los maltratos, algunas más explícitas que otras, y cada día salen en las noticias casos de muertes por maltrato, cosa que hace que algo así ya no nos sorprenda. Es como si estuviéramos acostumbrados a ello, como si ya formara parte de nuestra sociedad. Y eso es lo realmente triste, el hecho de que podamos acostumbrarnos a algo así.

Finalmente, Esther remarca un tema que me parece muy interesante, las falsas denuncias de las mujeres y el ya existente maltrato a los hombres tan poco visto ya que la sociedad, y por tanto las leyes hechas a su medida, no ha querido mantener un concepto de violencia familiar que englobara todos los maltratos que tienen lugar en el seno de una familia, sin distinguir según el sexo de la víctima.

Por Lluïsa Oller

domingo, 18 de octubre de 2009

¿Quién es el sexo débil?

¡Qué complicado resulta cuantificar el número de mujeres maltratadas!

En primer lugar, porque no existen cifras históricas de este tipo de violencia. ¿Por qué? Porque hasta hace poco más de quince años, ni siquiera había una expresión en castellano que recogiera lo que era el maltrato. Porque sin ni siquiera una palabra, muchas mujeres maltratadas no eran conscientes de que sufrían "eso". Porque a pesar de la existencia de una expresión (polémica, cómo no), las mujeres maltratadas se caracterizan por estar anuladas psicológicamente por el maltratador hasta el punto de creer que son culpables, que deben recibir ese castigo. Porque el silencio ha sido un gran aliado de estas mujeres hasta hace escasos años. Por desgracia, el silencio sigue siendo un buen compañero, o eso creen algunas de ellas, actualmente.

En segundo lugar, porque jamás podremos estar seguros de que:
a) Todas las mujeres maltratadas denuncien a su torturador.
b) Todas las denuncias por maltrato sean ciertas.

¿Hasta qué punto podemos saber si la violencia de género ha aumentado cuando, precisamente, antes se trataba de un tabú y ahora de un tema sobreexpuesto en los medios de comunicación?

En mi opinión, la violencia contra la mujer es prácticamente incuantificable. Ya no podremos saber si algunas mujeres que murieron años hace años lo hicieron por causas naturales o por una paliza recibida a manos de sus maridos. Lo que sí sabemos es que en 2006 la violencia de género fue la primera causa de muerte en mujeres de entre 15 y 44 años según la OMS. ¡La primera causa!. Pero ¿qué estamos haciendo por acabar con el maltrato a la mujer? Probablemente, sea lo que sea, no es lo suficiente si contamos con una media española de 74 mujeres muertas por año a manos de su pareja o ex pareja.
E insisto, sólo hablamos de muertes. ¿Dónde quedan las palizas que no acaban con la vida de estas personas? ¿Dónde quedan los insultos, las vejaciones, las humillaciones? ¿Dónde están? ¿Cómo se cuentan?

La mujer, como género, se ha rebelado. Sí. Y eso ha causado, a su vez, más denuncias y más maltratos. No cabe duda de que el maltratador se siente tremendamente amenazado por la mujer ahora que la sociedad se manifiesta contra una violencia tan repugnante. ¿Cuál es el sexo débil? ¿Quién necesita el maltrato para marcar su terreno?

Cuesta ponerse en el papel del maltratador y explicar por qué hace lo que hace. Pero también cuesta pensar como una mujer maltratada y decidir por qué calla lo que calla, motivo por el cual nos será prácticamente imposible decir si hay más o menos violencia que antes. Tan sólo podremos averiguarlo el día en que, por fin, el hombre maltratador deje de mostrarse tan débil y luche contra esa naturaleza fascista que le obliga a pegar para que alguien le quiera o le respete. El día en que ninguna mujer tenga que denunciar a su pareja por haberle puesto la mano encima.


P.S. Resulta muy dificil resumir en un puñado de palabras todos los pensamientos que a una le vienen a la cabeza al hablar de la violencia de género. Han sido tantas las noticias, tantas las denuncias, tantas las mujeres maltratadas, tantas las mujeres indignadas....

Tantas... muchas... demasiadas. Cuántos matices ofrecen los adverbios. Y cuántos matices y aclaraciones deberíamos hacer al pensar en este tema.



Por Andrea Pelayo Herrera

¿Igualdad?

La violencia de género ha existido siempre, aunque el término “violencia de género” sólo exista desde 1993, fruto de la traducción del inglés gender-based violence o gender violence, expresión difundida a raíz del Congreso sobre la Mujer celebrado en Pekín.

Parece que haya más casos por el simple hecho de que es ahora cuando salen a la luz, cosa que antes era impensable. El hecho de que haya más denuncias es la consecuencia de que las mujeres se rebelan contra la violencia estructural. Desde el momento en que la mujer empieza a ganar un peso en la sociedad, que ya no la tiene como una simple ama de casa que se dedica a los hijos y a su marido, y a incorporarse al mundo laboral es cuando los casos de violencia empiezan a oírse más a menudo.

Lo que quizá sí que haya cambiado es la razón por la que un hombre pega a una mujer. Antes, era la manera de recordarle que ella no era nada sin él; las mujeres estaban atadas a sus maridos, que las mantenían económicamente. Hoy, es la manera de avisarla de que quien sigue mandando es él, de avisarla de que, aunque ella trabaje y se pueda mantener sola, ni se le ocurra dejarlo porque entonces las consecuencias serán peores. El maltrato hacia la mujer es la expresión masculina del miedo que tienen los hombres a verse superados por lo que ellos consideran el “sexo débil”. No es general a todos los hombres, y, en cierto modo, la condición de maltratador les viene impuesta por una sociedad que ha sido, es y, probablemente, seguirá siendo, al menos durante un largo tiempo, patriarcal.

Los políticos se enorgullecen de sus esfuerzos para acabar con la violencia de género. El Gobierno de España ha creado el Ministerio de Igualdad, el nombre del ministerio tiene su gracia porque no se puede pretender que hombres y mujeres seamos iguales, porque ni lo somos ni lo seremos jamás (ahí está la gracia). Sin duda todas las mujeres deberíamos estar tremendamente agradecidas porque gracias a esta institución deberían reducirse los casos de muertes por violencia doméstica, lástima que no podamos agradecer nada. Qué pretenden cambiar las instituciones si sus órganos se rigen por estructuras patriarcales, el sexismo es algo inherente a la sociedad y se demuestra en muchos ámbitos (político, deportivo, empresarial…).

No hay más violencia de género que antes, incluso es probable que haya menos, pero el problema de fondo sigue ahí, porque la violencia de género es sólo una manifestación más de que el mundo se sigue viendo a través de los ojos del hombre.
Por Cristina Valenzuela Martín

Evolución

Hace unos días que he vuelto a una asignatura de El Sabio. Des de hace nos días vuelvo a tener un nuevo blog y un nuevo post semanal respondiendo a un tema o pregunta. Me estreno pues, en el Seminari de qüestions d’actualitat: El fenòmen Millenium reflexionando sobre el tema de esta semana y no de cualquier otra: ¿Hay más violencia de género, se denuncia más o se rebelan más las mujeres contra la violencia estructural?

Por una parte no creo que la violencia de género haya aumentado, simplemente es más visible (aunque no lo suficiente) y ya no queda como un asunto de “puertas adentro”. Denuncia y revelación son causa/consecuencia. Lejos está quedando el estereotipo de mujer sumisa que acepta y acata todas las órdenes de su marido, por eso no es de extrañar que a más revelación/libertad de las mujeres haya más denuncias.

Aún así, queda mucho por hacer pues hasta el final del franquismo la violencia de género estaba legitimada y muchos son los hombres y las mujeres que aún quedan educados en esa época que a su vez han trasmitido (o al menos intentado) esos valores, de manera que queda mucha gente que ve normal que un marido pegue a su esposa y hasta es probable que respondan un “algo habrá hecho” si se le pregunta al respecto. Por suerte, cada vez más mujeres se animan a pensar por ellas mismas o por sus compañeras. Y deciden llamar al 016 para acabar con la no-vida que llevan.

Pero la mujer también da pasos atrás como las falsas denuncias que hacen que un tema tan serio se banalice. Sólo por venganza, sólo para ver sufrir a alguien, sólo porque ellas están tan enfermas como los acosadores y les chantajean para que no se vayan a otros brazos.

Por tanto, violencia siempre ha habido, siempre se ha sabido. Hasta que la sociedad se limpie de machismo, habrá y cuando esto pase tendremos otro problema: el maltrato a los hombres. Ya existe e irá en aumento a medida que pasen los años y el daño causado en el colectivo femenino sea irreversible.

Esther Valenzuela