domingo, 3 de enero de 2010

Análisis del seminario

Cuando supe la temática del seminario impartido por José María Perceval me alegré de manera considerable, seguramente debido a que ya me había leído los tres libros necesarios para la asignatura. Da la casualidad de que estoy haciendo otra asignatura que estudia la mentalidad de los asesinos en serie de manera virtual con la Universitat de Lleida y el seminario me ha servido de mucho para esta asignatura.

Millennium no se puede considerar una novela de asesinos en serie pero hay conductas en Lisbeth Salander que se aproximan a este tipo de personajes, hecho del cual no me habría dado cuenta si no lo hubiésemos estudiado en clase. Creo que la temática es acertada, en el sentido de que es algo diferente a lo que hacemos los estudiantes de Periodismo normalmente en clase (no nos ponemos a analizar si Salander tiene sus orígenes en Pippi Calzaslargas o en Matilda). Supongo que se trata de profundizar en temas que, a priori, no son los más comunes a tratar en cualquier clase de la carrera.

Es cierto que las clases han sido un tanto irregulares, en lo que se refiere a continuidad de la asignatura (también ha influido el hecho de que sólo tenemos una hora de clase a la semana), aún así los temas que se han ido planteando en clase, a modo de comentarios personales, son cuestiones que de vez en cuando te planteas pero que nunca acabas de profundizar en ellas. Asimismo, me he visto en apuros a la hora de comentar ciertas cuestiones planteadas por José María Perceval, algunas de las preguntas no me las había puesto a pensar jamás. Supongo que aquí está la gracia del seminario, que te plantees cosas que nunca te hubieras planteado en circunstancias normales.

Un seminario peculiar. Un tema peculiar, no todos los días analizas con tanto detalle un libro con unos personajes tan… ¿Cómo decirlo?... Poco usuales. Un profesor peculiar, jamás había tenido a Perceval como profesor pero me alegro de acabar la carrera y poder decir que lo he tenido, es una especie de mito en la facultad y no entendía por qué. Ahora lo entiendo.

Por Cristina Valenzuela Martín

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