sábado, 7 de noviembre de 2009

Perfiles: Una Matilda del siglo XXI

Nacida en una familia violenta y desestructurada, Lisbeth actúa en una eterna contradicción: pasa de un estado increíblemente racional a uno increíblemente salvaje en cuestión de segundos. Sin embargo, la vida de Lisbeth la obliga a aprender autocontrolarse si no quiere vivir encerrada, cosa que no siempre consigue. Lisbeth quiere venganza. Lisbeth siente odio demasiado a menudo.

En cierta manera, podemos tener muchas referencias anteriores para hacernos una imagen de Salander (la mía no acaba de corresponderse con la de la actriz, Noomi Rapace, escogida para interpretarla en la versión cinematrográfica). La que más se me parece es Matilda, ¿la recuerdan?. Lisbeth Salander también es una chica especial, con un grave problema de incomprensión por parte del mundo que la rodea. Menuda, casi raquítica, inteligente, ávida, brillante, con una memoria prodigiosa, Sally tan sólo reacciona ante un mundo que no la deja ser quien es. Este hecho, para muchos lectores, se convierte en un atenuante de sus acciones pero no en una exculpación.

Evidentemente, Lisbeth no tiene, como Matilda, poderes telequinéticos. ¿Pero alguien creen que le hacen falta? Dicen que la capacidad de actuación de algunas personas, por poca fuerza que tengan, en una situación extrema puede sorprender. Salander es lo que vulgarmente conoceríamos como una tirillas. Pero sabe defenderse. No ha aprendido a hacerse valer. Nadie se ha interesado verdaderamente por ella. No la respetan. Pero la temen. La temen porque es rápida, viva, vengativa y no tiene nada que perder. Se arriesga, corre, mata si es necesario. Pero valora su vida y, por ello, lucha siempre entre su primer impulso, que es el de sed de venganza, y su cabeza, que funciona como revulsivo ante instintos primarios en un veloz análisis de consecuencias.

Lisbeth es una Matilda del siglo XXI pero no cambia libros por ordenadores. Ella, simplemente, utiliza las dos cosas. Se presenta como una de las mejores hackers del mundo y se vale, también, de compañeros virtuales que la puedan ayudar sin juzgarla. Existe verdadero cariño tras la pantalla. En los inexpresivos ojos de Lisbeth debía reflejarse cierta sonrisa torcida cuando llegaba la información de sus colegas. Una sonrisa no de agradecimiento entre amigos sino una especie de: sabía que lo conseguirías. La independencia y el afán de superación son las mejores aliadas de Sally. Tal vez sea eso lo que más me atraiga de este personaje, también icono del feminismo. Pero en este punto, lanzo una pregunta al aire. ¿Lucha Sally por las mujeres o sólo por sí misma?

En algún momento podríamos pensar en Lisbeth Salander como un Robin Hood actualizado. Sin embargo, el príncipe de los ladrones era un justiciero para las masas. El caso de Salander es sustancialmente diferente. Salander también busca justicia por su cuenta, sí. Pero no tiene la conciencia social que podía tener el héroe de los bosques. Sally es egoísta (probablemente porque la han convertido en el ser complejo y desconfiado que es) y tan sólo busca sobrevivir en un mundo en que ella, la más fuerte, es tratada como alguien débil y mísero.


Por Andrea Pelayo Herrera.

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